“No debemos jamás caer en la tentación de considerar el otro solamente como un enemigo para destruir, sino más bien como una persona, dotada de una intrínseca dignidad, creada por Dios y a su imagen”, afirmó el Papa Francisco a un grupo internacional de capellanes militares recibidos en audiencia este lunes 26 de octubre en el Vaticano.

Valga la interpretación, esto es valido también ante el soldado servidor del peor terror fundamentalista porque si se le niega la dignidad que tiene como ser humano, la mano que lo haga pasa al otro bando. Es decir, de quien no respeta el valor sagrado de la vida.

Volvamos a las palabras del Papa: “También en medio de la laceración de la guerra no debemos jamás cansarnos de recordar que toda persona es inmensamente sagrada”.

La “humanización” de la “tercera guerra mundial a pedazos” pasa por “jamás cansarnos de recordar” que toda persona “es inmensamente sagrada”, rememoró el Papa a los capellanes venidos a Roma de diversos países que participan a un curso de formación al derecho internacional humanitario organizado por la Congregación para los Obispos, el Consejo Pontificio Justicia y Paz y por el Consejo Pontificio para el Diálogo interreligioso.

El objetivo fundamental es estudiar a fondo la protección de la dignidad humana durante los conflictos armados no internacionales o los llamados “nuevos” conflictos armados.

El Papa explicó que “se trata lamentablemente de un tema de gran actualidad” sobre todo por el “aumento de la violencia” y la multiplicación de los “escenarios de guerra en diversas zonas del mundo, como África, Europa y Oriente Medio”.

Los capellanes tienen la misión de ser portavoces de paz en esos escenarios y de llevar el bálsamo espiritual a quienes sufren las consecuencias de la guerra. De hecho, el curso que los trae a Roma les interpela en su acompañamiento espiritual a los miembros de las fuerzas armadas y de sus familias. Además de las víctimas, en general.

Durante la audiencia en la Sala Clementina, el Papa les invitó a contribuir y prevenir las violaciones del derecho humanitario, “con el objetivo de reducir el dolor y el sufrimiento que la guerra provoca en quien la sufre, cierto, pero también en quien la combate”.

“La guerra, de hecho, desfigura los vínculos entre hermanos, entre naciones; desfigura también a quien es testigo de tales atrocidades. Muchos militares regresan después de las operaciones de guerra o de las misiones para el restablecimiento de la paz con verdaderas heridas interiores. La guerra puede dejarles una marca indeleble”.

“La guerra, en realidad, deja siempre una marca indeleble. He escuchado en este tiempo las historias de tantos obispos, que reciben en la diócesis los soldados que se habían marchado para la guerra: cómo vuelven, con estas heridas”, expresó el Papa.

Aleteia
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