Gratitud y laboriosidad: dos pilares de la vida espiritual

“Esta tarde, queridos hermanos y hermanas, he venido a rezar con ustedes, sacerdotes, consagradas, consagrados, para que nuestra vocación siga construyendo el gran edificio del Reino de Dios en este País. […] Con el propósito de ayudarles a seguir en el camino de la fidelidad a Jesucristo, me permito hacer dos breves reflexiones.
La primera se refiere al espíritu de gratitud. La alegría de los hombres y mujeres que aman a Dios atrae a otros; los sacerdotes y los consagrados están llamados a descubrir y manifestar un gozo permanente por su vocación. La alegría brota de un corazón agradecido. Verdaderamente, hemos recibido mucho, tantas gracias, tantas bendiciones, y nos alegramos. Nos hará bien volver sobre nuestra vida con la gracia de la memoria. […] ¿Somos capaces de enumerar las bendiciones recibidas, o me las he olvidado?
Un segundo aspecto es el espíritu de laboriosidad. Un corazón agradecido busca espontáneamente servir al Señor y llevar un estilo de vida de trabajo intenso. El recuerdo de lo mucho que Dios nos ha dado nos ayuda a entender que la renuncia a nosotros mismos para trabajar por Él y por los demás es el camino privilegiado para responder a su gran amor.
Sin embargo, y para ser honestos, tenemos que reconocer con qué facilidad se puede apagar este espíritu de generoso sacrificio personal. Esto puede suceder de dos maneras, y las dos maneras son ejemplo de la «espiritualidad mundana», que nos debilita en nuestro camino de mujeres y hombres consagrados, de servicio y oscurece la fascinación, el estupor, del primer encuentro con Jesucristo. Podemos caer en la trampa de medir el valor de nuestros esfuerzos apostólicos con los criterios de la eficiencia, de la funcionalidad y del éxito externo, que rige el mundo de los negocios. La cruz nos indica una forma distinta de medir el éxito: a nosotros nos corresponde sembrar, y Dios ve los frutos de nuestras fatigas…
El otro peligro surge cuando somos celosos de nuestro tiempo libre. Cuando pensamos que las comodidades mundanas nos ayudarán a servir mejor. […] Poco a poco, pero de forma inexorable, disminuye nuestro espíritu de sacrificio, nuestro espíritu de renuncia y de trabajo. Y además nos aleja de las personas que sufren la pobreza material y se ven obligadas a hacer sacrificios más grandes que los nuestros, sin ser consagrados. El descanso es necesario, así como un tiempo para el ocio y el enriquecimiento personal, pero debemos aprender a descansar de manera que aumente nuestro deseo de servir generosamente. La cercanía a los pobres, a los refugiados, a los inmigrantes, a los enfermos, a los explotados, a los ancianos que sufren la soledad, a los encarcelados y a tantos otros pobres de Dios nos enseñará otro tipo de descanso, más cristiano y generoso”. (SANTO PADRE FRANCISCO, de la Homilía en las Vísperas con el Clero, los Religiosos y las Religiosas, Catedral de S. Patricio, Nueva York, 24-9-2015)
Boletín de la Delegación para el clero
del Arzobispado de Santiago de Compostela -Septiembre 2015-
V Centenario del nacimiento de Sta. Teresa de Jesús
Año de la Vida Consagrada

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