por Manuel Blanco
FANTASMAS

    Todos conocemos alguno o alguna: El que quiere quedar de “chulito” dándoselas de Don Juan y sólo recibe “calabazas”. La que critica todas las modas pero persigue las marcas de ropa o los últimos teléfonos móviles. El “chaquetero”: según quién le acompañe, lo mismo opina una cosa que su contraria. La típica “si no fuese por mí…”

    Paradójicamente, estos “fantasmas” tienen miedo. Porque no han madurado; porque viven en su mundo, evadiéndose, ya que la realidad es más difícil o no les gusta; porque les cuesta ser aceptados; porque han cometido errores que no saben o no quieren corregir, etc. Además de “Chuck Norris”, les espanta saber que pueden estar “muertos”.

    Por eso los cristianos modernos cuentan sus experiencias de resurrección. Las que provoca, en su día a día, la presencia cálida de Jesús vivo: En la Eucaristía; en la comunidad; en la Sagrada Escritura; en el ejercicio de la caridad; en el rescate de una buena confesión; entre “pucheros”… Compartir todo eso “engancha” hasta la morriña.

    Cuando el Señor dice: “mirad mis manos y mis pies (…), palpadme”, creo que también señala a sus hijos e hijas perseguidos. Esa parte de su cuerpo que no reniega y por eso la martirizan. “Miradlos. Los tenéis por fantasmas y son mis favoritos. Aprended de su valor y no os durmáis. Alimentaos con el infinito amor que os reservo”.

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