“¡Anchieta vive! Hoy él sigue siendo misionero para nosotros, para los brasileños y para el mundo. Él sigue amando a su tierra natal y a la tierra brasileña, como la amó entonces. Él nos evangeliza hoy con el ejemplo de su vida y con su palabra. Dios sigue actuando por medio de ´San José de Anchieta como lo hizo entonces”.
Así se expresaba el obispo nivariense, Mons. Bernardo Álvarez Afonso, este sábado en la Misa diocesana de acción de gracias por la canonización del Padre Anchieta, que presidió en la Catedral. Con el prelado concelebraron, junto a numerosos sacerdotes diocesanos, el provincial de los jesuitas de la Bética y el superior de la Compañía en Canarias.
En el templo estaban el presidente del Gobierno de Canarias, el del Parlamento y el del Cabildo de Tenerife, el alcalde de La Laguna, el subdelegado del Gobierno y el general en jefe del Mando de Canarias entre otras autoridades y representaciones de instituciones religiosas y civiles, así como un buen número de fieles.
En su homilía Bernardo Álvarez recordó que estamos aquí para dar gracias a Dios por S. José de Anchieta. El Señor – subrayó citando al Papa Francisco- elige a algunas personas para hacer ver mejor la santidad, para mostrar que es Él el que santifica, que nadie se santifica a sí mismo, que no hay un curso para llegar a ser santo… ¡No! ¡No es así! La santidad es un don de Jesús a su Iglesia y, para mostrar esto, Él elige a personas en las que se puede ver claramente su trabajo para santificar.”
“No deja de ser sorprendente que haya llegado tan lejos, un cristiano nacido en esta ciudad y bautizado aquí”. “La Laguna aportó a San josé de Anchieta una formación humana y cristiana solida” – expuso.
Cuando el Papa canoniza a alguien, estamos reconociendo la obra de Dios en una persona, fue una idea fundamental en su intervención. En este sentido, el Obispo recordó un pasaje de la homilía del Papa Juan Pablo II tenida en Sao Paulo en 1980, dando gracias por la entonces beatificación del ya segundo santo canario: “¿Había venido el padre Anchieta como un soldado en busca de gloria, un conquistador en busca de tierras, o un comerciante en busca de buenos negocios y dinero? ¡No! Vino como misionero, para anunciar a Jesucristo, para difundir el Evangelio.
Vino con el único objetivo de conducir las personas a Cristo, transmitiéndoles la vida de hijos de Dios, destinados a la vida eterna. Vino sin exigir nada para sí; por el contrario, dispuesto a dar su vida por ellos.
El padre Anchieta se multiplicó incansablemente, a través de tantas actividades, incluso el estudio de la fauna y la flora, de la medicina, de la música y de la literatura; pero todo eso él lo orientaba hacia el bien verdadero del hombre, destinado y llamado a ser y a vivir como hijo de Dios.
¿De dónde sacó el padre Anchieta la fuerza para realizar tantas obras en una vida consumada toda en pro de los demás, hasta morir, extenuado, cuando todavía estaba en plena actividad? Desde luego, no de una salud de hierro. Al contrario; siempre tuvo una salud precaria. Durante sus viajes apostólicos, hechos a pie y sin ayuda, sufrió continuamente en su cuerpo las consecuencias de un accidente que había tenido siendo joven.
¿Tal vez sacó su fuerza de su talento y dotes humanas? En parte, sí; pero eso no lo explica todo. Solamente con esa afirmación no se llega a la verdadera raíz: El secreto de este hombre era su fe. José de Anchieta era un hombre de Dios” – expuso en la citada referencia.
Al final de la Misa el Obispo impartió la bendición papal con indulgencia plenaria.
Del 2 al 11 de febrero: Nueve días dedicados a Anchieta
El Obispo anunció que la Misa del día de S. José de Anchieta, el venidero lunes 9 de junio estará presidida por el Cardenal Ángelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos. Él fue el encargado de entregar al Papa la documentación requerida para la firma del decreto de canonización el pasado tres de abril.
Además, entre el dos y el once de febrero, la diócesis celebrará un novenario, un ciclo de conferencias y actividades culturales para ayudar a conocer, admirar, invocar e imitar al padre Anchieta.