A mediodía de este jueves 28 de noviembre el Santo Padre Francisco ha recibido en la Sala Clementina a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso, con el presidente del dicasterio, Cardenal Jean-Louis Tauran.
El Santo Padre hablando de la relación entre las distintas religiones y sacando a colación su reciente Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, ha dicho que “una actitud de apertura en la verdad y el amor debe prevalecer en el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los diversos obstáculos y dificultades, especialmente el fundamentalismo de ambas partes”. Sólo hay una manera de superar los obstáculos: el diálogo, marcado por la amistad y el respeto.
“Dialogar no significa renunciar a la propia identidad cuando se va al encuentro del otro, ni tampoco ceder a compromisos en la fe y la moral cristiana. Por el contrario, “la verdadera apertura implica permanecer firmes en las propias convicciones más profundas, con una identidad clara y alegre” y por lo tanto abierta a comprender las razones de los demás, capaz de las relaciones humanas respetuosas, convencidos de que el encuentro con los que son diferentes a nosotros puede ser una oportunidad para el crecimiento en la fraternidad, el enriquecimiento y el testimonio”.
Es por esta razón, dijo el Papa, que “el diálogo interreligioso y la evangelización no se excluyen, sino que se alimentan mutuamente”.
“No impongamos nada, no utilicemos ninguna estrategia solapada para atraer a los fieles, sino que demos testimonio con alegría y sencillez de lo que creemos y lo que somos. De hecho, un encuentro en el que cada uno dejara a un lado lo que cree, fingiendo renunciar a lo más preciado, ciertamente no sería una auténtica relación. En este caso se podría hablar de una fraternidad fingida. Como discípulos de Jesús, debemos esforzarnos en superar el miedo, siempre dispuestos a dar el primer paso, sin desanimarse ante las dificultades e incomprensiones”.
Tampoco es constructivo para el diálogo entre las diversas tradiciones religiosas, dijo Francisco, el difundido pensamiento según el cual la convivencia solo es posible ocultando la propia pertenencia religiosa, encontrándose en una especie de espacio neutral, carente de referencias a la trascendencia.
“También aquí: ¿cómo sería posible crear relaciones de confianza, construir una sociedad que sea una auténtica casa común, dejando a un lado lo que cada uno considera ser una parte íntima de su ser? No se puede pensar en una fraternidad de “laboratorio”. Por supuesto, es necesario que todo se realice en el respeto de las creencias de los demás, incluso de aquellos que no creen, pero hay que tener el coraje y la paciencia de acercarnos entre sí por lo que somos. El futuro está en la convivencia respetuosa de la diversidad, no en la homologación de un pensamiento único teóricamente neutral. Por lo tanto, es imprescindible el reconocimiento del derecho fundamental a la libertad religiosa, en todas sus dimensiones”.
El Santo Padre hablando de la relación entre las distintas religiones y sacando a colación su reciente Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, ha dicho que “una actitud de apertura en la verdad y el amor debe prevalecer en el diálogo con los creyentes de las religiones no cristianas, a pesar de los diversos obstáculos y dificultades, especialmente el fundamentalismo de ambas partes”. Sólo hay una manera de superar los obstáculos: el diálogo, marcado por la amistad y el respeto.
“Dialogar no significa renunciar a la propia identidad cuando se va al encuentro del otro, ni tampoco ceder a compromisos en la fe y la moral cristiana. Por el contrario, “la verdadera apertura implica permanecer firmes en las propias convicciones más profundas, con una identidad clara y alegre” y por lo tanto abierta a comprender las razones de los demás, capaz de las relaciones humanas respetuosas, convencidos de que el encuentro con los que son diferentes a nosotros puede ser una oportunidad para el crecimiento en la fraternidad, el enriquecimiento y el testimonio”.
Es por esta razón, dijo el Papa, que “el diálogo interreligioso y la evangelización no se excluyen, sino que se alimentan mutuamente”.
“No impongamos nada, no utilicemos ninguna estrategia solapada para atraer a los fieles, sino que demos testimonio con alegría y sencillez de lo que creemos y lo que somos. De hecho, un encuentro en el que cada uno dejara a un lado lo que cree, fingiendo renunciar a lo más preciado, ciertamente no sería una auténtica relación. En este caso se podría hablar de una fraternidad fingida. Como discípulos de Jesús, debemos esforzarnos en superar el miedo, siempre dispuestos a dar el primer paso, sin desanimarse ante las dificultades e incomprensiones”.
Tampoco es constructivo para el diálogo entre las diversas tradiciones religiosas, dijo Francisco, el difundido pensamiento según el cual la convivencia solo es posible ocultando la propia pertenencia religiosa, encontrándose en una especie de espacio neutral, carente de referencias a la trascendencia.
“También aquí: ¿cómo sería posible crear relaciones de confianza, construir una sociedad que sea una auténtica casa común, dejando a un lado lo que cada uno considera ser una parte íntima de su ser? No se puede pensar en una fraternidad de “laboratorio”. Por supuesto, es necesario que todo se realice en el respeto de las creencias de los demás, incluso de aquellos que no creen, pero hay que tener el coraje y la paciencia de acercarnos entre sí por lo que somos. El futuro está en la convivencia respetuosa de la diversidad, no en la homologación de un pensamiento único teóricamente neutral. Por lo tanto, es imprescindible el reconocimiento del derecho fundamental a la libertad religiosa, en todas sus dimensiones”.