"Hondas están nuestras llagas, envejecidas y peligrosas, y no se pueden curar con cualquier remedio. Y, si se nos ha de dar lo que nuestro mal pide, muy a costa ha de ser de los médicos que nos han de curar. Y como el Papa sea el mayor de ellos, le han de caber a él, si quiere gozar de nuestra salud, los mayores trabajos, porque de muerte de cruz o de mortificación de ellos no puede escapar (cf. Jn 19, 23-25). Tiempo es ya que, vendidas todas las cosas, aunque sea la túnica, compre fortaleza y esfuerzo con que acometa este negocio; porque si quiere pelear y no mortifica la honra, codicia, placeres, y no tiene ánimo, como el tribu de Leví, para matar hijos, hermanos, parientes, y todo esto que le estorba para menear bien la palabra y celo de Dios, será cansarse y trabajar en balde y no salir con lo que pretende. No es tiempo de tibieza, no de negligencia ni de otro descuido, chico ni grande, para querer cortar con mazo lo que ha menester afilada navaja".
 
San Juan de Ávila, Tratado de reforma: Causas y remedios de las herejías, n. 41

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