"Ordenanza es de Dios que el pueblo esté colgado, en lo que toca a su daño o provecho, de la diligencia y cuidado del estado eclesiástico, como está la tierra de las influencias del cielo. Y así, ordinariamente acaece que qualis rector civitatis, tales habitantes in ea (según sea el gobernante de una ciudad, así serán los habitantes) (Eclo, 10, 2). Lo cual tanto con más verdad se verifica entre el sacerdocio y el pueblo cuanto más necesaria es al pueblo la presencia sacerdotal que el temporal regimiento.
Y para que del todo estuviéramos ciertos de aquesta verdad, quiso el Señor declararla por su profeta Ezequiel, diciendo, y con grande queja, que la causa de la perdición de su pueblo fue la negligencia de los que eran pastores: Dispersae sunt -inquit- oves meae, eq quod non esset pastor et factae sunt in devorationem omnium bestiarum agri (Andan -dice- perdidas mis ovejas por falta de pastor y son presas de todas las fieras del campo ) (Ez 34, 5). Pastores había en cuanto a la dignidad; mas, porque entendían en apacentarse a sí mismos, buscaban sus intereses y regalos, sin tener cuidado de curar las ovejas enfermas, atar las pierniquebradas, esforzar las flacas, mantener y engordar las sanas, dice que no había pastor (cf. Ez 34, 4), porque para el pueblo, todo es uno no haberlo y ser descuidado".
San Juan de Ávila, Tratados de reforma: Causas y remedios de las herejías, 8