
El Papa ha comentado el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (Hechos
13:44-52) en el que los judíos de Antioquía "llenos de envidia y con
injurias" contrastan las declaraciones de Pablo sobre Jesús. Y luego
instigan a las mujeres piadosas de la nobleza y a los principales de la
ciudad, provocando una persecución que obligó a Pablo y Bernabé a
abandonar el territorio.
"Por un lado está el Señor, está el Espíritu Santo, que hace crecer a
la Iglesia, y siempre crece más: esto es verdad. Pero por otro lado
está el espíritu maligno que trata de destruir la Iglesia. Siempre es
así. Siempre es así. Se sigue adelante pero luego el enemigo viene tratando de destruir. El balance siempre es positivo a la larga, pero ¡cuánto esfuerzo, cuánto dolor, cuánto martirio! Y lo que sucedió aquí, en Antioquía, sucede en todas partes en el Libro de los Hechos de los Apóstoles".
"Por un lado -observa el Papa- la Palabra de Dios que hace crecer y por otro lado la persecución". "¿Y cuál es el instrumento del diablo para destruir la proclamación del Evangelio? La envidia.
El Libro de la Sabiduría lo dice claramente: "Por la envidia del diablo
el pecado ha entrado en el mundo", envidia, celos... Siempre este
sentimiento amargo, amargo. Esta gente veía cómo se predicaba el Evangelio y se enfadaba, se roían el hígado de rabia.
Y esta rabia los llevaba adelante: es la rabia del diablo, es la rabia
que destruye, la rabia de ese "¡Crucifica, crucifica!", de esa tortura
de Jesús. Quiere destruir. Siempre. Siempre.
"La Iglesia -recuerda Francisco- va adelante entre las consolaciones
de Dios y las persecuciones del mundo". Y a una Iglesia "que no tiene
dificultades le falta algo" y "si el diablo está tranquilo, las cosas no van bien".
Siempre la dificultad, la tentación, la lucha... los celos que
destruyen. El Espíritu Santo crea la armonía de la Iglesia y el mal
espíritu destruye. Hasta hoy. Hasta hoy. Siempre esta lucha". Y "el
instrumento de estos celos" -observa- son "los poderes temporales". En
este pasaje se dice que "los judíos instigaron a las mujeres piadosas de
la nobleza". Fueron a ver a estas mujeres y dijeron: "Son
revolucionarios, échenlos". Y "las mujeres hablaron con los demás y los
echaron. Las pías mujeres de la nobleza... Y también los principales de
la ciudad: van al poder temporal y el poder temporal puede ser bueno,
las personas pueden ser buenas pero el poder como tal siempre es
peligroso. El poder del mundo contra el poder de Dios mueve todo esto y
siempre detrás de este, ese poder, está el dinero".
Lo que sucede en la Iglesia primitiva - afirma el Papa - es decir "la
obra del Espíritu para construir la Iglesia, para armonizar la Iglesia,
y el trabajo del maligno para destruirla - el recurso a los poderes
temporales para detener la Iglesia, para destruir la Iglesia - no es más
que un desarrollo de lo que sucedió en la mañana de la Resurrección. Los
soldados, al ver ese triunfo, fueron a ver a los sacerdotes y compraron
la verdad... los sacerdotes. Y la verdad fue silenciada. Desde la
primera mañana de la Resurrección -el triunfo de Cristo- está esta
traición, este silenciamiento de la palabra de Cristo, silenciar el
triunfo de la Resurrección con el poder temporal: los sumos sacerdotes y
el dinero".
El Papa concluye con una exhortación: "Tengamos cuidado, tengamos cuidado con la predicación del Evangelio" para no caer nunca en la tentación de "poner nuestra confianza en los poderes temporales y en el dinero".
La confianza de los cristianos es Jesucristo y el Espíritu Santo que Él
envió y precisamente el Espíritu Santo es la levadura, la fuerza que
hace crecer a la Iglesia. Sí, la Iglesia avanza, en paz, con
resignación, alegre: entre las consolaciones de Dios y las persecuciones
del mundo".
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