

Esperanza
"Este año percibimos más que nunca el sábado santo, el día del gran
silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres
durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del
sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido....
Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura", dijo el Papa
al evocar el tiempo entre la muerte y sepultura de Jesucristo y la
mañana de Pascua.
Sin embargo, las mujeres que habrían de ser las primeras en conocer
la noticia de la Resurrección, en las horas previas "no se quedaron
paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del
remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la
realidad", sino que prepararon en sus casas los perfumes para el Cuerpo
de Cristo: "No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón".

Cuando Jesucristo se aparece ante ellas, le pide que no tengan miedo:
"He ahí el anuncio de la esperanza", dijo el Papa, "palabras que Dios
nos repite en la noche que estamos atravesando". Porque "en esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza;
es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero
optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de
circunstancia, con una sonrisa pasajera. No. Es un don del Cielo, que
no podíamos alcanzar por nosotros mismos".
"La esperanza de Jesús", completó, "infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida".
Siempre teniendo en mente las circunstancias dramáticas que vive el
mundo por la pandemia de coronavirus, Francisco pidió que "no cedamos a
la resignación", que "no depositemos la esperanza bajo una piedra",
porque "Dios es fiel", nunca nos ha dejado solos y siempre "ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte".
Ánimo
"Ánimo, con Dios nada está perdido", insistió el Papa, porque "ánimo" es una palabra "que, en el Evangelio, está siempre en labios de Jesús". Por eso, "si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: 'Ánimo'".

Llevar a todos el mensaje
En la última parte de su homilía, el Papa recordó que "el anuncio de
la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados,
sino que hay que llevarlo a todos", porque "todos necesitan ser
reconfortados... Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que
llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida
en tiempos de muerte".
"Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa
humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos
hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario", sentenció Francisco.
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