La celebración de la Vigilia Pascual en San Pedro repitió la escena triste del Jueves y Viernes Santo, con la basílica prácticamente vacía. Una tristeza agravada por no haber podido tener lugar uno de los ritos más bellos y de mayor significación en el Triduo Pascual: el encendido de las velas entre los asistentes, que va llenando progresivamente de luz el templo a oscuras, pasándose el fuego de unos a otros. Esta vez quedó limitado al encendido del cirio del pontífice.

No pudo ser este año, pero a pesar del dramatismo del ambiente, Francisco reiteró dos palabras durante la homilía: "Esperanza" y "ánimo".

Esperanza
"Este año percibimos más que nunca el sábado santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido.... Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura", dijo el Papa al evocar el tiempo entre la muerte y sepultura de Jesucristo y la mañana de Pascua.


Sin embargo, las mujeres que habrían de ser las primeras en conocer la noticia de la Resurrección, en las horas previas "no se quedaron paralizadas, no cedieron a las fuerzas oscuras de la lamentación y del remordimiento, no se encerraron en el pesimismo, no huyeron de la realidad", sino que prepararon en sus casas los perfumes para el Cuerpo de Cristo: "No renunciaron al amor: la misericordia iluminó la oscuridad del corazón".

Hoy, "en los días tristes que vivimos" muchas personas "hacen como aquellas mujeres: esparcen semillas de esperanza... con pequeños gestos de atención, de afecto, de oración".

Cuando Jesucristo se aparece ante ellas, le pide que no tengan miedo: "He ahí el anuncio de la esperanza", dijo el Papa, "palabras que Dios nos repite en la noche que estamos atravesando". Porque "en esta noche conquistamos un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza; es una esperanza nueva, viva, que viene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmadita en la espalda o unas palabras de ánimo de circunstancia, con una sonrisa pasajera. No. Es un don del Cielo, que no podíamos alcanzar por nosotros mismos".

"La esperanza de Jesús", completó, "infunde en el corazón la certeza de que Dios conduce todo hacia el bien, porque incluso hace salir de la tumba la vida".

Siempre teniendo en mente las circunstancias dramáticas que vive el mundo por la pandemia de coronavirus, Francisco pidió que "no cedamos a la resignación", que "no depositemos la esperanza bajo una piedra", porque "Dios es fiel", nunca nos ha dejado solos y siempre "ha venido en cada situación: en el dolor, en la angustia y en la muerte".

Ánimo
"Ánimo, con Dios nada está perdido", insistió el Papa, porque "ánimo" es una palabra "que, en el Evangelio, está siempre en labios de Jesús". Por eso, "si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: 'Ánimo'".

"Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados", continuó Francisco a modo de oración: "Y, a pesar de la tristeza que podamos albergar, sentiremos que debemos esperar, porque contigo la cruz florece en resurrección, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes".

Llevar a todos el mensaje
En la última parte de su homilía, el Papa recordó que "el anuncio de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos", porque "todos necesitan ser reconfortados... Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte".

"Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos y que nos pertenece, porque todos somos hermanos y hermanas. Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario", sentenció Francisco.
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