El escritor y periodista norteamericano George Weigel, vaticanista y biógrafo de Juan Pablo II, ha sido el más firme defensor en el panorama mediático internacional de la inocencia del cardenal George Pell, con quien le une una vieja amistad. (Véanse como muestra sus artículos La vergüenza australiana o La Santa Sede y el cardenal Pell.) Así que no ha ocultado su alegría al titular “¡Finalmente se ha hecho justicia!” un artículo en The Catholic World Report nada más conocerse, a las diez de la mañana del martes (hora local), el veredicto unánime del Tribunal Supremo australiano a favor de Pell.

Un hombre encarcelado injustamente
Esta decisión “revierte tanto el incomprensible proceso” iniciado contra él por un supuesto delito de abuso sexual de menores que habría tenido lugar en 1996, como la condena de enero de 2019 y la “igualmente desconcertante decisión” de dos de los tres miembros del Tribunal de Apelación de Victoria de rechazar su recurso en agosto pasado.

“La sentencia del Tribunal Supremo libera a un hombre inocente del injusto encarcelamiento al que había sido sometido, le devuelve con su familia y amigos y le capacita para reanudar su importante labor en y para la Iglesia católica”, sostiene Weigel. Quien, además, añade que esto permite “reconstruir la confianza internacional en el sistema procesal penal australiano, seriamente dañado”.

Weigel recuerda las irregularidades con las que comenzó la investigación policial, las presiones sobre la juez de instrucción “para llevar a juicio unas acusaciones que sabía muy débiles”, la incapacidad de la fiscalía “para probar siquiera que los delitos hubiesen sido cometidos”… Todo quedó pendiente de un hilo: el testimonio de la víctima, que incurrió en llamativas inconsistencias y que fue desmentido por una veintena de testigos que la acusación ni siquiera intentó desacreditar, y que explicaron cómo los hechos no pudieron suceder en el lugar y espacio de tiempo sugeridos por la víctima.

El voto particular del juez Weinberg
Para lograr este triunfo de la justicia han sido decisivas las doscientas páginas del voto particular del juez Mark Weinberg, que formó parte del Tribunal de Apelación de Victoria y quien votó por admitir el recurso del cardenal Pell, aunque quedó en minoría. Se da la circunstancia además de que Weinberg es un jurista reconocidamente experto en este tipo de casos, mientras que, de sus dos colegas que votaron en contra, uno carecía de experiencia procesal.

La argumentación de Weinberg, sustancialmente recogida ahora por el Tribunal Supremo, es que el exclusivo argumento de la “credibilidad” de la víctima subjetivamente considerada por los jueces no podía arruinar dos principios tan básicos como el de la presunción de inocencia y el de la condena solo más allá de toda duda razonable. El impacto del voto particular de Weinberg en medios especializados ha sido definitivo para la resolución final del caso.

"Brutal atmósfera" creada por los medios y el poder contra Pell
“La decisión del Tribunal Supremo de absolver al cardenal Pell y ponerle en libertad es justa y bienvenida”, celebra Weigel, “pero la cuestión ahora es cómo pudo pasar todo lo que ha pasado antes. Para el sistema penal australiano, e incluso para el futuro de la democracia en Australia, es imperativo un serio examen de conciencia y una seria compensación pública”.

Weigel recuerda que el problema no es solo judicial. También mediático, vista la “brutal atmósfera” creada en torno al cardenal Pell. La Policía de Victoria, ella misma muy cuestionada en su competencia y honestidad, abrió una investigación contra él sin que mediase acusación de ningún tipo, solamente a ver qué encontraban. Asimismo, se desconoce quién pagó parte del material gráfico empleado por manifestantes anti-Pell a las puertas del tribunal donde era juzgado. Del mismo modo, la cadena pública Australian Broadcoasting Corporation lanzó una gran campaña anti-católica con motivo de su proceso. A Pell le tenía ganas la izquierda por su firme oposición al matrimonio homosexual, su defensa de la vida y la familia y por su compromiso precisamente contra la pederastia. Tanto en Melbourne como en su posterior sede episcopal, Sidney, Pell destacó por su energía en las medidas de prevención y sanción de conductas pedófilas.

“Imaginar un juicio imparcial en esas enfebrecidas circunstancias… es quizá imaginar lo imposible”, lamenta George Weigel. Los ataques contra Pell fueron “primitivos” y “peligrosos”, y que el Tribunal Supremo haya sabido alzarse por encima de ellos es un empujón a la “decencia y a la regeneración democráticas” y a la justicia.

Un modelo
Por último, Weigel recuerda que  lo largo de todo este proceso, Pell “ha sido un modelo e paciencia, y también un modelo de personalidad sacerdotal”, que le ha hecho “libre aun estando encarcelado”, un periodo que él mismo calificó como “unos largos ejercicios espirituales”. Los empleó en rezar, estudiar y escribir, pero no le dejaron decir misa sobre la base de que los internos no pueden disponer de vino: “No me cabe duda de que rezará por la conversión de sus perseguidores”.

Convencido de su inocencia, fue a Australia cuando fue requerido por los jueces, a pesar de que su cargo en el Vaticano le habría permitido ampararse en el pasaporte diplomático para verse libre de la pesadilla. Estaba “decidido a defender su honor y el honor de la Iglesia australiana, a la que durante años había conducido en la lucha contra los delitos de abuso... Apostó por la honestidad de sus compatriotas y ahora la decisión del Tribunal Supremo confirma su apuesta. Cómo sea recibida ahora esta sentencia dirá mucho sobre si los medios australianos, y los australianos en general, han aprendido algo de todo esto”.
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