Nunca deben terminarse las celebraciones de laudes y vísperas sin que
al final recite el superior íntegramente la oración que nos enseñó el
Señor, en voz alta, para que todos la puedan oír, a causa de las espinas
de las discordias que suelen surgir, con el fin de que, amonestados por
el compromiso a que obliga esta oración cuando decimos: «Perdónanos
-así como nosotros perdonamos», se purifiquen de ese vicio. Pero en las
demás celebraciones solamente se dirá en alta voz la última parte de la
oración, para que todos respondan: «Mas líbranos del mal».
(REGLA de san BENITO capítulo XIII: Cómo han de celebrarse los laudes en los días feriales, 12-14)
20:10-20:45: Vísperas.
La oración de la tarde, cuando ya declina el día, “en acción de
gracias por cuanto se nos ha otorgado en la jornada y por cuanto hemos
logrado realizar con acierto”. También hacernos memoria de la Redención
por medio de la oración que elevamos “como el incienso en presencia del
Señor” (salmo 140).
Y nos unimos a santa María y proclamamos con Ella la grandeza del
Señor. Porque Él actúa, y nada le es indiferente, nuestro sufrimiento le
importa, y la profecía del Magnificat sigue viva tarde tras tarde.
Y oramos, de nuevo, el Padrenuestro en Comunidad, momento de
reconciliación como nos recuerda san Benito, para que “no arraiguen las
espinas de los escándalos que inevitablemente se dan cada día”… Hora de
recogimiento con la noche que se avecina ya.
¿Cómo vivís el atardecer? ¿tenéis algún momento de serena reflexión,
silencio, contemplación de la puesta de sol? ¿De evaluación del propio
día?
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