Normalmente las personas nos quejamos cuando nos tratan mal.
Sin embargo los saduceos de los tiempos de Cristo, a quienes pertenecían
los Sacerdotes Jefes y la policía del templo, se quejaron cuando Pedro
curó a un lisiado de nacimiento, en nombre de Jesús el Nazareno. El
problema consistía en que Pedro había puesto en alza a una persona a la
que las autoridades de los judíos habían desprestigiado. Como
consecuencia, los romanos lo habían condenado, y ahora Pedro lo
rehabilita, después de haber dado Dios ese paso. Entonces las
autoridades saduceas, que formaban parte del Sanedrín, le piden cuentas.
Pedro habla ante el Sanedrín, lleno del Espíritu Santo. Se queja de
que le llamen la atención por haber hecho una obra buena. Al tener que
dar una respuesta, aprovecha la oportunidad para proclamar ante todos
que a ese Jesús, a quienes ellos crucificaron, el Señor Dios lo resucitó
de entre los muertos. Muestra a Jesús como “la piedra desechada” por
ellos, “los constructores, y convertida por Dios en piedra angular”.
Concluye diciendo que no existe bajo el cielo otro Nombre distinto del
de Jesús por el cual lleguemos a ser salvos.
José Fernández Lago
Foto: Miguel Castaño