Santa Edith Stein (Teresa Benedicta de la Cruz)
La filosofa judía y atea que murió monja carmelita en Auschwitz
Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. “Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña”. Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.
La filosofa judía y atea que murió monja carmelita en Auschwitz
Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. “Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña”. Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.
El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había
cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y
voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola,
debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de
la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una
fe viva. Edith perdió la fe en Dios. “Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar”.
Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar
germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una
base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero
interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la
mujer. Entró a formar parte de la organización “Asociación
Prusiana para el Derecho Femenino al Voto”. Más tarde escribía: ” como
bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después
el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente
objetivas”.
En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a
las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser
discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos
tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de
verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como
percepción subjetiva.
Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. “Retorno al objetivismo”.
Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos
discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein
se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo
su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el
estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó
con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó
el periodo de formación profesional.
Al estallar la primera guerra mundial escribía: “ahora ya no
tengo una vida propia”. Siguió un curso de enfermería y prestó servicio
en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para
ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y
prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de
su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a
Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado “summa cum laude” con
una tesis “Sobre el problema de la empatía “.
Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una
aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra,
quedándose un rato para rezar. “Esto fue para mí algo
completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que
he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo,
una persona entró en la iglesia desierta, come si fuera a conversar en
la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido”. En las últimas
páginas de su tesis de doctorado escribió: “ha habido personas que,
tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la
misericordia divina”. ¿Cómo llegó a esta afirmación?
Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en
Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en
noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido
al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la
joven viuda.
Con gran sorpresa encontró una creyente. “Este ha sido mi primer
encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus
portadores… Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y
brilló Cristo”. Más tarde escribirá: “lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios.
Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de
Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos
detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante
los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia
perfectamente ensamblada”.
En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de
Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera
vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930.
Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera
gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase
sorprendente: “Después de cada encuentro que me hace sentir la
imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso
hacia mi propio holocausto”.
Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia,
algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este
respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: “Si la
carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría
recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el
examen de habilitación”. Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.
Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la
psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento,
Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de
Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede
simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.
En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern
(Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una
discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había
convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la
autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. “Cuando
cerré el libro, me dije: esta es la verdad”.
Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: “mi anhelo por la verdad era ya una oración”.
En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día
de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de
Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco
manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. “Había
dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea
solamente tras mi retorno a Dios”. Ahora tendrá siempre conciencia, y no
sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la
estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen
se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo
de Espira en su capilla privada.
Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau.
“Mamá, soy católica”. Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió:
“mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño” (cf. Jn 1, 47).
Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar
en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de
Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta
entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y
seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira
hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del
convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo
sobre temas femeninos.
“Durante el período inmediatamente precedente y también bastante
después de mi conversión… creía que llevar una vida religiosa
significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con
el pensamiento puesto en Dios.
Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige
de nosotros otras muchas cosas…, creo, incluso, que cuanto más se siente
uno atraído por Dios, más debe “salir de sí mismo”, en el sentido de
dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir”. Su
programa de trabajo es enorme.
Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y
la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una
versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre
Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas
propias. Aprendió que es posible “practicar la ciencia al
servicio de Dios… sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una
serie de obras científicas”. Encuentra siempre las fuerzas
necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de
Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año
eclesiástico.
En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la
habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano.
Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de
Aquino: “Potencia y acción”. Más tarde hará de este ensayo una obra
mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser
finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue
posible imprimir esta obra durante su vida.
En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el
Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad
de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir
ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante
toda su vida sólo quiso ser “instrumento de Dios”. “Quien viene a mí,
deseo conducirlo a Él “.
En 1933 la noche se cierne sobre Alemania. “Había oído ya antes algo
sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de
pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre
su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío”. El
artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que
continuara su actividad docente. “Si aquí no puedo continuar, en
Alemania ya no hay posibilidades para mí “. “Me había convertido en una
extranjera en el mundo”.
El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un
convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había
hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a
la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. “Solamente la
pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es
participar en ella”.
Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la
familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día
de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos.
Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las
dos mujeres. “¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero
decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha
hecho Dios? ” . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren
para Colonia. “No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado
tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto
de la voluntad de Dios”. Cada semana escribirá después una carta a su
madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de
casa.
El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas
de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de
hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento
Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.
Escribe en 1938: “bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse.
Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que
debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy
entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo
el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender
todo esto, puesto que es un secreto”. El 21 de abril de 1935 hizo los
votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar
los votos, murió su madre en Breslau. “Hasta el último momento mi madre
ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme
confianza en su Dios… fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía,
confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi
más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta”.
En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938,
hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su
última obra: “que ya sólo en amar es mi ejercicio “. La entrada de Edith
Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. “Quien
entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún
más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de
todos a Dios “. Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.
“Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo
para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el
Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es
un gran consuelo ” (31.10.1938).
El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el
odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra
el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas
de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa
Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera
de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en
Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.
“Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado.
Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte… de manera que el Señor sea
reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia
para la salvación de Alemania y la paz del mundo… “.
Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le
había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había
escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. “Deseo
narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea”. Ante “la
juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los
judíos…, nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea,
tenemos el deber de dar testimonio”.
En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la
Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos
aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una
religiosa con quien tenía amistad: “una scientia crucis (la ciencia de
la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la
cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo
corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única
esperanza nuestra)”. Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como
subtítulo: ” La ciencia de la Cruz “.El 2 de agosto de 1942 llega la
Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas.
En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se
había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las
Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en
Echt están dirigidas a Rosa: “Ven, vayamos, por nuestro pueblo”.
Junto con otros muchos otros judíos convertidos al
cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de
Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de
protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y
las deportaciones de los judíos. “Jamás había pensado que los seres
humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis
hermanas y hermanos debieran sufrir así… cada hora rezo por ellos. ¿Oirá
Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos”. El Prof.
Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: “para mí, ella es, en un
mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios”.
Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz.
El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.
Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia
rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo
II, a “una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha
permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado,
Jesucristo, y, como judía, a su pueblo “.
Artículo publicado por Santopedia
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