El domingo 25 de agosto se cumplen los 15 años de la muerte del que fue arzobispo de Toledo el cardenal D. Marcelo González Martín. Este año es el arzobispo de Santiago de Compostela, Mons. Julián Barrio Barrio, el que hace memoria agradecida del cardenal D. Marcelo
MEMORIA AGRADECIDA
Se me ha pedido esta colaboración y con
mucho gusto deseo agavillar un haz de recuerdos para llevarlo a la era
de la historia en la que no debe perderse la memoria.
Se cumplen ya 15 años del fallecimiento del cardenal González Martín.
Él llegaba como obispo de Astorga en 1961 y su ministerio episcopal
aquí se prolongaría hasta 1966. En este período de tiempo tuve la
oportunidad de conocerle. Entonces estudiaba lo que se denominaban
Humanidades y posteriormente los cursos de Filosofía. Pude después
mantener otras conversaciones con él siendo Rector del Seminario de
Astorga y ya Arzobispo de Santiago. Pero mi recuerdo se fija, en esta
ocasión, sobre todo en el tiempo en que permaneció en Astorga.
Cuando llegó como obispo a la
Iglesia Asturicense venía equipado con la responsabilidad y la autoridad
adecuadas para predicar el evangelio, guiar la comunidad diocesana y
dar testimonio a través de la caridad pastoral: traía una rica
experiencia espiritual y grandes saberes avalados por la ciencia
teológica y por una espléndida erudición cultural, no ajena a una
elocuencia acreditada, siendo sensible a la sociedad a la que había que
trasmitir la propuesta de la Iglesia con un espíritu positivo. Esto
exige siempre estar vigilante ante la realidad y ser puente comunicador
entre Iglesia y sociedad, entre la fe y la cultura. Pensamiento
sólido, palabra precisa tanto hablada como escrita, elegancia en el
decir, actitud de diálogo y de búsqueda configuran los rasgos de su
personalidad pastoral en medio de las inquietudes y las esperanzas, los
quebrantos no siempre evitables en el ministerio pastoral y los
consuelos del Señor.
Uno se acercaba a Don Marcelo con respeto reverencialque
incluía esa cercanía siempre ofrecida por parte de él. Haciendo memoria
de aquellos años percibo que Don Marcelo reflejaba en cada una de sus
facetas la verdad, la belleza y la bondad de su ministerio episcopal.
Recuerdo aquellas primeras charlas durante la Cuaresma en Ponferrada,
trasmitidas por Radio Popular y que escuchábamos en el Seminario, y
aquella espera llena de entusiasmo, no ajeno a la curiosidad, cuando
volvía de las etapas del Concilio Vaticano II para que como participante
y testigo nos trasmitiera su visión sobre el discurrir de este gran
acontecimiento eclesial. Mostró interés y preocupación por la formación
académica de los seminaristas en todos los aspectos, llamando la
atención la importancia que dio a la formación musical en el plan de
estudios. Al vivir en el Seminario era frecuente verlo pasear por los
claustros. No era raro que fuera a la enfermería a visitar a los
seminaristas enfermos.
Traslucía una actitud pastoral,
significada por la inteligencia, la sencillez y el afecto fraterno, en
la que la fidelidad a la fe católica se conjugó con el servicio
sacrificado a los diocesanos, mirando lejos y descubriendo los grandes
retos que hace el Espíritu desde la nebulosa de la historia y dándoles
la cara desde la fe. Un pastoreo siempre complejo al que humanamente nos
aproximan las palabras riesgo, confianza, aventura sin olvidarse de la
presencia e intervención del Espíritu que nos da esas certezas arcanas
como la expresada por la repetida frase del Obispo de Hipona: «Concede
el don de lo que mandas y manda lo que quieras», sabiendo que uno va
caminando “entre las turbaciones del mundo y los consuelos de Dios”.
Bien pronto en Astorga mostró la dimensión social de la fe en medio de
los problemas sociales, sabiendo que la comunidad política y la
Iglesia son entre si independientes y autónomas en su propio campo
aunque están al servicio de la vocación personal y social de los mismos
hombres a través de una sana cooperación entre ambas según la doctrina
del Concilio Vaticano II, pudiendo la Iglesia siempre y en todo lugar
predicar la fe con verdadera libertad y emitir un juicio moral también
sobre las cosas que afectan al orden político cuando lo exigen los
derechos fundamentales de las personas o la salvación de las almas. La
dimensión social de la fe aparecía nítidamente en su pastoral,
manteniéndose firme en todo momento como yunque golpeado, al decir de
San Ignacio a San Policarpo. Estos y otros muchos detalles componían el
tapiz de su pastoral. Son instantáneas de mi percepción sencilla y que
puede considerarse tal vez anecdótica.
La historia está siempre abierta. Por eso hemos de
estar dispuestos a emprender el camino de la continuidad pastoralmente
creativa en fidelidad al futuro que siempre está en manos de Dios. Afirmar
lo válido del pasado y asumir lo bueno del presente con la esperanza de
un futuro mejor fue el hilo conductor de su actuación ministerial. La
prudencia y el realismo, la fidelidad y la exigencia de renovación, el
sentir eclesial y los interrogantes del hombre son las claves que nos
ayudan a interpretar los acentos de su «enseñar, regir y apacentar, y
santificar» episcopal. Escribía el Cardenal Suhard: “Ser
testimonio significa hacerse misterio, vivir de manera tal que la propia
vida sería inexplicable si Dios no existiese”.En la
vida normal se bordea siempre el misterio, a veces incluso la vida es
absorbida por el mismo misterio, como urdimbre que nos lleva a
comprender la existencia como don y tarea. En esta perspectiva se
comprendía la llamada que la Iglesia le hizo a ejercer el ministerio
episcopal en la diócesis de Astorga.
“No podemos comer el pan de la memoria
para que el tiempo no nos ahonde en el olvido”, escribe uno de nuestros
poetas. Los que formábamos la Iglesia particular asturicense
participamos sentidamente del agradecimiento que permanece constante en
el tiempo. En este momento soy consciente de que las mejores palabras
son aquellas que acucian los ojos del alma porque “las raíces de las
palabras vienen al corazón de las cosas”, y la palabra que mejor refleja
este sentimiento es gratitud acompañada de oración.
+ Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela
Arzobispo de Santiago de Compostela
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