“La comunidad cristiana nace de la efusión del Espíritu Santo y crece
cuando comparte con los demás lo que posee. El término griego Koinonía, que significa ‘poner en común’, ‘compartir’, tiene una dimensión importante desde los orígenes de la Iglesia. De la participación en el Cuerpo y Sangre de Cristo, derivaba la unión fraterna que llevaba a compartir todo lo que tenían”. Así lo explicó el Papa Francisco en la Audiencia General del tercer miércoles de agosto de 2019, continuando con su ciclo de catequesis sobre la evangelización a partir del Libro de los Hechos de los Apóstoles, como preparación para el Mes Misionero Extraordinario del próximo mes de octubre.
aaaaaaaaaaaaaaComunión del Cuerpo, la Sangre...¡y los bienes materiales!
En su catequesis, el Santo Padre subrayó que, en la comunidad
cristiana hay un dinamismo de solidaridad que construye la Iglesia como
familia de Dios, donde la experiencia de la koinonía es central. “En la
Iglesia de los orígenes – reafirmó el Pontífice – la koinonía se refiere
en primer lugar a la participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Por esto, cuando comulgamos nosotros decimos ‘nos comunicamos’, entramos
en comunión con Jesús y de esta comunión con Jesús llegamos a la
comunión con los hermanos y hermanas. Y esta comunión con el Cuerpo y la
Sangre de Cristo que se da en la Santa Misa, se traduce en unión
fraterna, y también a compartir los bienes y a recoger dinero para la
colecta en favor de la Iglesia madre de Jerusalén”. El Pontífice dijo
además que, si queremos ser buenos cristianos debemos dejar que la
conversión llegue hasta nuestros bolsillos, allí donde se ve si somos
generosos con los demás sin quedarse en las palabras, sino hacer gestos
de una buena conversión.
"Lo tienen todo el común"
Asimismo, el Papa Francisco recordó que, “la vida eucarística, las
oraciones, la predicación de los Apóstoles y la experiencia de comunión
hacen de los creyentes una multitud de personas que tienen ‘un solo
corazón y una sola alma’ y que no consideran que lo que poseen es de su
propiedad, sino que lo tienen todo en común. Por este motivo ‘ninguno de
ellos tenía necesidad’, porque los que tenían campos o casas los
vendían, traían el producto de lo que se había vendido y lo ponían a los
pies de los apóstoles; luego se repartía a cada uno según sus necesidades”.
Refiriéndose al gesto de los cristianos que se despojan de sus bienes
para dárselos a los más necesitados, el Obispo de Roma afirmó que, no
se trata solo de cosas materiales, sino también del tiempo, el
voluntariado, ya que compartir mi tiempo con los demás es comunión.
Koinonía, nueva forma de relación
De este modo, señaló el Santo Padre, la koinonía o comunión se
convierte en la nueva forma de relación entre los discípulos del Señor,
un nuevo modo de ser entre nosotros, es la modalidad del amor, pero no
un amor de palabras, sino un amor concreto. “El vínculo con Cristo –
precisó el Pontífice – establece un vínculo entre hermanos que también converge y se expresa en la comunión de bienes materiales. Ser miembros del Cuerpo de Cristo hace que los creyentes sean corresponsables los unos de los otros. Ser creyentes de Jesús nos hace a todos nosotros corresponsables los unos de los otros, no podemos ser indiferentes ante los problemas de los demás, debemos orar y ayudarlo, esto es ser cristiano. Por eso, los fuertes sostienen a los débiles y nadie experimenta la pobreza que humilla y desfigura la dignidad humana, porque ellos viven en esta comunidad: tener en común el corazón. Se aman. Esta es la señal: el amor concreto”.
Bernabé fue generoso; Ananías y Safira, hipócritas
De igual forma como hicieron los Apóstoles, que establecieron una
manera común de evangelizar con la condición de no olvidarse de los
pobres. Un cristiano, agregó el Papa, siempre parte de sí mismo, de su
corazón y se acerca a Jesús y se acerca a nosotros. Esta es la primera
comunidad cristiana. “Un ejemplo concreto del compartir y de la comunión
de bienes nos viene del testimonio de Bernabé: posee un campo y lo vende para entregarlo a los Apóstoles".
"Pero junto a su ejemplo positivo hay otro tristemente negativo: Ananías y su esposa Safira, que vendieron un terreno, decidieron entregar sólo una parte
a los Apóstoles y quedarse con el otro para sí mismos. Este engaño
rompe la cadena de compartir libre, sereno y desinteresado y las
consecuencias son trágicas, fatales. El apóstol Pedro desenmascara la
impropiedad y el fraude de Ananías y le dice: ¿Por qué llenó Satanás
tu corazón para que mintieras al Espíritu Santo y guardaras una parte de
las ganancias del campo? No mentisteis a los hombres, sino a Dios.
Podríamos decir que Ananías mintió a Dios por una conciencia aislada,
hipócrita, es decir, por una pertenencia eclesial negociada, parcial,
oportunista”. La hipocresía es el peor enemigo de una comunidad
cristiana.
El cristiano es hermano y no turista
El disminuir de la sinceridad de compartir, de hecho señaló el Papa Francisco, el disminuir la sinceridad del amor, es cultivar la hipocresía, alejarse de la verdad, volverse egoísta, apagar el fuego de la comunión y destinarse al frío de la muerte interior. Los que se comportan así pasan por la Iglesia como turistas, haciendo creer que son cristianos y nosotros no debemos de ser turistas, sino hermanos los unos de los otros.
Una vida basada únicamente en el aprovechamiento de las situaciones
en detrimento de los demás, inevitablemente causa la muerte interior. Y
cuantas personas dicen estar cerca de la Iglesia, ser amigos de los
sacerdotes, de los Obispos mientras en el fondo solo buscan sus intereses. Estas son las hipocresías que destruyen a la Iglesia.
Vencer la hipocresía con obras concretas
Antes de concluir su catequesis, el Santo Padre saludó cordialmente a
los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica.
“Pido al Señor que nos conceda su Espíritu para vencer toda hipocresía y colocar al centro de nuestra vida la verdad, que alimenta la solidaridad cristiana, y está llamada a ofrecer a todos el amor de Dios con obras concretas”.
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