
Deborah y Monica no se dejan abatir. Es el sábado 6 de
octubre y, con paso decidido, atraviesan el vestíbulo del inmenso Kings
Theatre de Brooklyn, en Nueva York. La más joven tiene sesenta años, son
americanas, negras, católicas y orgullosas de serlo. En el contexto
explosivo de los casos de abuso sexual que envenenan el catolicismo
estadounidense, ellas afirman sin complejos: "Somos 100% católicas. Nos
reunimos para reforzar nuestra comunidad. ¡Es el momento de
reconstruir!". Con una vitalidad desbordante, vuelven a ponerse en
marcha alzando los brazos, riéndose. Por nada al mundo se perderían el
inicio de una jornada prometedora. Un Magnificat Day, en el que se unen a otros tres mil fieles para rezar, compartir, consolarse.
Reconstruir... Todos los que se sientan en las butacas de terciopelo
color burdeos de este antiguo teatro neoyorquino comparten la misma
voluntad. Están "conmocionados" por los escándalos de pedofilia
cometidos por una parte del clero, pero quieren avanzar, conscientes de
que no será un camino de rosas. La multitud que entra en este teatro
procede de los ambientes sociales más diversos, son de todos los colores, de todos los orígenes, imagen de un catolicismo americano más bien popular.
A veces no es fácil para ellos, en estos tiempos, vivir esa identidad católica en esta parte del Atlántico. Fouad,
palestino de origen, procedente de Honduras, es ciudadano
estadounidense. Testimonia: "Amo a la Iglesia. Voy a misa todos los
días. Sí, estamos escandalizados, sobre todo por ciertos obispos que han
cometido actos impropios. Esto ha afectado a nuestra fe, pero cada uno de nosotros es miembro de la Iglesia, del Cuerpo de Cristo. ¿Acaso no vino Jesús a perdonar nuestros pecados?".
Katte, de 35 años, es de origen chino. Ella y su novio Jesús, de origen puertorriqueño, se acaban de convertir: "La conversión ha cambiado nuestras vidas.
Estamos muy comprometidos con la parroquia. Pero combatimos contra una
falsa imagen que domina hoy en día: la verdadera Iglesia católica ¡no
tiene nada que ver con esos escándalos!".
Una especie de misal de bolsillo
James Bony, sacerdote de origen indio, confirma este malestar,
pero también la voluntad de no dejarse encasillar: "Hoy en día, la
Iglesia católica significa Iglesia-escándalo. Pero ¡la Iglesia no es
esto! ¿Quién más que ella se compromete en todo el mundo en el ámbito de la educación, de la salud, de la lucha contra la pobreza?
Este contexto negativo es descorazonador. Evidentemente, es necesario
corregir los errores. Nosotros, sin embargo, conservamos la esperanza:
es el sentido de nuestra presencia aquí". Este estudiante en los Estados
Unidos se prepara para ir como misionero a Japón.
El evento está a punto de empezar. Una elegante mujer californiana de origen asiático, Bernie Neal, presidenta de la Fundación Magnificat,
es la organizadora de este evento. Mientras sigue controlando los
últimos detalles, tiene tiempo para explicar el porqué de esta jornada:
"Es verdad, la Iglesia católica está sufriendo en estos momentos, pero
tenemos que seguir rezando, porque Dios nunca nos abandona. Tenemos que reconocer humildemente nuestra dependencia de Jesús. No somos una élite. No hacemos 'política'. No estamos en el 'hacer', sino que somos en el 'ser'".
Todo un programa... Efectivamente, no hay nada de político en este Magnificat Day.
En los Estados Unidos, donde la expresión religiosa pública está
totalmente admitida, no hay nada más natural que un evento de este tipo.
Pero este evento no es banal, está efectivamente vinculado a un asombroso éxito francés en América...
Magnificat: es la primera palabra de una oración de la
Virgen María que podemos leer en el primer capítulo del Evangelio de
Lucas, que significa: "Mi alma magnifica al Señor...", traducido del
griego, o "Proclama mi alma la grandeza del Señor", a partir del latín.
Es una de las oraciones fundacionales del cristianismo. Pero Magnificat es también, desde hace veinticinco años, el título de una revista francesa de espiritualidad, disponible hoy en día en nueve idiomas.

Magnificat está disponible en edición española y en edición para las Américas. Si quieres recibir un ejemplar gratuito, pincha aquí.
Su edición angloamericana, lanzada hace dos decenios, se ha
convertido en una gran dama de la Iglesia católica en los Estados
Unidos. Con más de 330.000 suscriptores, este librito de 400 páginas llega cada mes a un millón de lectores... Magnificat se ha convertido en la primera revista católica de los Estados Unidos. Una verdadera historia de éxito para su editor, el grupo de prensa y editorial Média Participations, presidido por Vincent Montagne.
Concretamente, Magnificat es una especie de misal de bolsillo.
Editado en papel fino, como el de la Biblia, propone las lecturas de la
misa de cada día, y también las oraciones principales de la noche y de
la mañana que rezan todos los sacerdotes, los religiosos y las
religiosas del mundo, pero accesibles a los laicos. Todo ello acompañado
con textos para meditar firmados por los grandes autores de la espiritualidad cristiana de todos los siglos.
La idea de lanzar esta revista litúrgica la tuvieron Pierre-Marie Dumont, editor francés, y su esposa Bernadette. El primer proyecto se inició en familia, con papel, pegamento y tijeras en su mesa de la cocina.

En octubre, el director de la edición española, el sacerdote
Pablo Cervera Barranco, anunció la aparición de una edición en español
para las Américas.
En los Estados Unidos, Magnificat se ha convertido también en un fenómeno social. Los suscriptores no dudan en reunirse para rezar juntos en las parroquias o en los desayunos de oración. Por lo tanto, Magnificat no es sólo una revista, sino que agrupa a una especie de inmensa red espiritual de personas muy distintas
que tienen la costumbre de rezar personalmente, allí donde se
encuentren, por la noche, por la mañana. Estas personas rezan con las
mismas palabras que utilizan los monjes y las monjas en la Iglesia. De
manera más o menos consciente, forman una inmensa cadena de oración.
Además, los americanos, que viven más en comunidad que otros católicos,
han creado una especia de fan-club de la revista y se autodenominan "los
magnificaters".
Cada cinco años se reúnen en una gran ciudad estadounidense para un gran evento a nivel nacional, los Magnificat Days.
El de Nueva York marcaba el vigésimo aniversario de esta aventura de la
prensa católica francesa. Entre los invitados estrella de esta jornada,
organizado como un espectáculo, había predicadores estrella: Scott Hahn, pastor presbiteriano converso; el cardenal de Boston, Sean O'Malley; el nuncio apostólico en los Estados Unidos, el francés monseñor Christophe Pierre.
La jornada incluía también un gran espectáculo, un concierto
filarmónico, pero también la Adoración Eucarística y la veneración de
las reliquias de Santa Teresa del Niño Jesús y de sus padres, Louis y Zélie Martin en un relicario creado por la escultora francesa Fleur Nabert.

El relicario con las reliquias de Santa Teresita de Lisieux y de sus padres. Foto: Fleur Nabert.
Jornada intensa, pero no exaltada. Se sentía más bien que reinaba una bonhomía muy americana, no exenta de humor. El padre Peter Cameron,
dominico, redactor jefe de la edición estadounidense, contó, por
ejemplo, la desventura de una lectora que había metido sin querer su
revista en la lavadora, junto a la colada: "¡Oh no! ¡He lavado mi Magnificat! ¡Qué desastre!", a lo que el religioso recomendó: "Sólo lavado en seco".
La oración, antídoto a la crisis
Este religioso ha contado, de manera más seria, otros testimonios
asombrosos. Por ejemplo, el de un campeón olímpico americano de
bobsleigh, Curt Tomasevicz, que ha convertido a esta revista en
su compañera de entrenamiento. O el de un "agente de los servicios
secretos, con treinta años de experiencia", que le confió: "El Magnificat ha estado siempre conmigo en todas mis misiones, en el Air Force One y en muchos otros lugares". O el de un criminal, John Sambuco, que se convirtió en la cárcel "leyendo el Magnificat; fue su víctima, Mariana, quien le regaló la suscripción".

El padre Cameron deja su cargo en Magnificat después de
veinte años, repletos de anécdotas. Como el día en el que abrió una
carta y se encontró una nota a mano: "Padre Peter, ¡Magnificat ha
significado tanto para mí!". La firmaba Dolores Hope, la viuda del actor
Bob Hope (1903-2003). Fuente: Aleteia.
La sala está emocionada, aplaude, pero en el corazón y en el espíritu
pesa la dolorosa realidad de una Iglesia que afronta muchos escándalos.
El religioso dominico Romanus Cessario, que está en el origen de la edición americana, subraya a este propósito: "No es el objetivo de Magnificat explotar
los puntos críticos del momento. Esta revista presenta la palabra de
Dios, la liturgia de la Iglesia y la riqueza de la herencia espiritual.
Son estas mismas riquezas, estos mismos sacramentos, esta misma palabra
de Dios los que han sostenido al pueblo cristiano durante más de dos mil
años, a través de las persecuciones políticas de la historia de los
cristianos en todo el mundo. Magnificat permite a sus lectores alcanzar a Dios, y Dios siempre es más grande que los pecados de los hombres". La oración es, por tanto, uno de los antídotos a la crisis.
Es lo que piensa el muy esperado cardenal O'Malley, arzobispo de Boston, consejero del Papa Francisco.
A pesar del poco tiempo que tiene a disposición, fue su deseo venir
especialmente a Nueva York para el cierre de la jornada. Vestido con su
hábito franciscano, confió a Le Figaro antes de salir al inmenso escenario: "Magnificat contribuye
enormemente a la vida de la Iglesia en los Estados Unidos. Sobre todo
en estos momentos difíciles para la Iglesia, porque esta revista es un medio que ayuda a la gente a rezar, lo que es, en definitiva, la solución última para enfrentarse al gran desafío que tenemos ante nosotros hoy en día».
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