El Papa Francisco recibió este lunes a los participantes en la
Plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias y en su discurso a
los presentes pidió un mundo libre de armas nucleares. Para ello, pidió
ayuda a los científicos y así “convencer a los gobiernos de la
inaceptabilidad ética de dicho armamento”.
El Santo Padre advirtió de “los daños irreparables que las armas nucleares causan a la humanidad y al planeta”.
De este modo, incidió en “la necesidad de un desarme del cual parece
que hoy no se habla más que en aquellas mesas en las cuales se toman las
grandes decisiones”.
La relación entre el hombre y la ciencia
“El mundo de la ciencia, que en el pasado asumió posiciones de
autonomía y de autosuficiencia, con actitudes de desconfianza en la
confrontación de los valores espirituales y religiosos, hoy, en cambio, parece haber adquirido una mayor conciencia de la cada vez más compleja realidad del mundo y del ser humano”, agregó en su intervención.
De este modo, Francisco explicó que “ha surgido una cierta
inseguridad y un cierto tiempo ante la posible evolución de una ciencia y
de una tecnología que, si se abandona sin control a sí misma, puede dar a espalda al bien de las personas y de los pueblos”.
El Papa añadió además que “la ciencia y la tecnología influyen en la sociedad, pero también los pueblos,
con sus valores y sus costumbres, influyen, a su vez en la ciencia. Con
frecuencia, la dirección y el énfasis que se aplica a determinados
desarrollos de la investigación científica están influidos por opiniones
ampliamente compartidas, y por deseo de felicidad inscrito en la
naturaleza humana”.
La ciencia, en favor del bien común
No obstante, “tenemos necesidad de una mayor atención a los valores y
a los bienes fundamentales que se encuentran en la base de la relación
entre los pueblos, sociedad y ciencia. Tal relación exige un replanteamiento dirigido a promover el progreso integral de todo ser humano y del bien común”.
Francisco subrayó, tal y como recoge Aciprensa,
que “diálogo abierto y atento discernimiento son indispensables,
especialmente cuando la ciencia se vuelve más compleja y el horizonte
que se abre hace emerger desafíos decisivos para el futuro de la
humanidad. Hoy, de hecho, tanto la evolución social como los cambios científicos se producen de una forma cada vez más veloz”.
“Estos cambios interconectados entre ellos exigen un compromiso sabio y responsable por parte de la comunidad científica”, reclamó.
“La bella seguridad de la ‘torre de marfil’ de los primeros tiempos
modernos, ha dejado el lugar, en muchos casos, a una saludable
inquietud, para lo cual el científico de hoy se abre más fácilmente a los valores religiosos y contempla,
más allá de las adquisiciones científicas, la riqueza del mundo
espiritual de los pueblos, y la luz de la trascendencia divina”.
“La comunidad científica es parte de la sociedad y no debe considerarse como separada e independiente. De hecho, está llamada a servir a la familia humana y a su desarrollo integral”, defendió Francisco.
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