El Papa es un gran devoto de la Virgen. En sus más de cinco
años de Pontificado ha dado numerosas muestras de su amor a María, a la
que tiene muy presente en sus homilías, discursos y sus catequesis.
Aunque también a través de actos simbólicos, como su visita a una
iglesia mariana antes de cada viaje, o a numerosos santuarios marianos.
Este año, en Italia se ha publicado un libro en el que el Papa cuenta
a un sacerdote cómo ha sido su amor desde niño, habla de varias de las
advocaciones que la han marcado, así como de las apariciones y de la
teología mariana. Lo resume en un completo reportaje Marco Roncalli en Vatican Insider:
La fe mariana del Papa
En 2007, el padre Alexandre Awi Mello (brasileño, mariólogo,
con estudios de Teología en la Universidad Católica de Santiago de Chile
y en la Philosophisch-Teologische Hochschule de Vallendar, Alemania,
con un doctorado en mariología en el International Marian Research
Institute de la Universidad de Dayton, Ohío) fue uno de los dos
secretarios de redacción de la Comisión de redacción de la V Conferencia
general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe que se llevó a cabo
en el santuario mariano de Aparecida. Y para este sacerdote, miembro
del Movimiento apostólico de Schoenstatt, esta se reveló la primera
ocasión para colaborar “hombro a hombro” con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, entonces presidente de esa Comisión. Y en esa ocasión pudo también apreciar su sensibilidad mariana.
Después pudo volver a colaborar con él seis años más tarde, cuando el
arzobispo de Buenos Aires, recién elegido Papa Francisco, le pidió que
fuera su secretario y traductor durante el viaje a Brasil, para
participar en le Jornada Mundial de la Juventud. El padre Alexandre (que
desde el 31 de mayo de 2017 es el secretario del nuevo Dicterio para
los Laicos, la Familia y la Vida) trata de comprender, a partir de dos
horas de conversación con el Pontífice, su relación con María, ya
evidente después de su elección, cuando encomendó a la Virgen su
Pontificado en la Basílica de Santa María Mayor (uno de los pocos
lugares romanos que son verdaderamente familiares para Jorge Mario
Bergoglio).
Como observa inmediatamente en el prefacio a È mia madre (Es mi madre: Encuentros con María, ediciones Città Nuova, 2018), el teólogo argentino Carlos María Galli (autor de Cristo, María, la Iglesia y los pueblos. La mariología del Papa Francisco), “el padre Ari durante el diálogo, pudo confirmar lo que ya había intuido: para Francisco
lo más importante es la fe mariana del ‘santo pueblo fiel de Dios’, que
nos enseña a amar a María más allá de la reflexión teológica. En cuanto
hijo y miembro, como cualquier otro, del Pueblo de Dios, Bergoglio (Francisco) participa del sensus fidei fidelium y se identifica con la profunda piedad mariana del pueblo cristiano”.
El cardenal Bergoglio acudía mucho a visitar a María Auxiliadora como cardenal arzobispo de Buenos Aires
El refugio del joven Bergoglio
El autor del libro durante las conversaciones con el Pontífice
investiga los orígenes y la evolución de su relación con María, mediante
preguntas y respuestas aderezadas con amplias glosas. El discurso lleva
inmediatamente al clima de un tiempo lejano, el de una piedad familiar,
de los padres, de la abuela, después a una escuela salesiana en Buenos
Aires, a la que Jorge entró cuando tenía doce años: “De ahí mi devoción por María Auxiliadora”,
afirma con reconocimiento recordando a Enrique Pozzoli, el salesiano de
la comunidad de Almagro que lo bautizó y robusteció su apego a la
Auxiliadora, a la que visitaba a menudo en la basílica dedicada a ella
en la capital argentina, lugar de su Bautismo.
Allí Bergoglio se refugiaba cuando era joven (asistiendo al
nacimiento y robustecimiento de su vocación, que concluyó con la
respuesta definitiva a los diez y nueve años: ‘Fue ahí donde la definí.
¡Basta, ahora sí! Y fue así que decidí entrar a formar parte de los
Jesuitas’), pero también cuando era arzobispo de Buenos Aires (“Cada vez
que había un problema, iba ahí…”, “los sacerdotes del santuario decían:
‘¡Ahí está el obispo, debe haber pasado algo serio!’”).
El Papa reza ante la imagen de la Virgen de Pompeya
Pero, con el rostro de la Auxiliadora, al cual cada 24 de mayo, en su fiesta, Bergoglio llevaba flores (“Fue así que la Virgen entró para siempre en mi corazón”),
he aquí muchos otros rostros de la única Madre de Dios. El de la Virgen
de la Merced (conocida por primera vez en una medallista que le regaló
la monja catequista María Loreto Tortolo). El de la Virgen del Rosario
de Pompeya, meta de muchos de sus peregrinajes a Buenos Aires (en donde
también es venerada en un famoso santuario del que se ocupan los
capuchinos).
“Me gustó que Ella deshaga los nudos”
El de la Virgen Maria Desatanudos que, a pesar de la vulgata,
el Papa afirma no haber visto nunca en Augusta, en donde se encuentra el
santuario bávaro, sino que la descubrió con placer en la reproducción
de una tarjeta de Navidad (“Me gustó la imagen, me gustó que Ella, llevando a Cristo, deshaga los nudos. Hoy hay tantos racionalistas…”).
El de Nuestra Señora de Guadalupe. Y los de Nuestra Señora de Luján y
de la Inmaculada Concepción de Aparecida. Y muchísimos otros más.
Rostros que se encuentran en santuarios que tal vez no siempre han sido valorados lo suficiente por clérigos y teólogos,
que merecen una pastoral específica para los peregrinos que se dirigen a
ellos todos los años, aprovechando la ocasión para confesarse, recibir
los sacramentos y rezar con devoción.
Y es en estas reflexiones, con implicaciones completamente
pastorales, en las que la conversación con el padre Alexander el Papa
Francisco expone sus tesis (ya expresadas) sobre la necesidad de
“’santuarizar’ las parroquias” (manteniendo las puertas abiertas todo el
día), así como de “’santuarizar’ la ciudad” (aplicando a toda la acción eclesial una clave misionera).
La fuerza de esta devoción popular
Pastoral completa, pero también surge en la conversación la
insistencia sobre el significado del peregrinar. Bergoglio recuerda su
experiencia como guía de peregrinos de su arquidiócesis al santuario
nacional de Luján: peregrinos que, a su vez, le enseñaron a valorar la espiritualidad popular incluso en los ex-votos,
en las veladoras, en las novenas, en tantas demostraciones de afecto
(“Ahí descubrí Luján, ahí descubrí a la Virgen”, afirma el Papa
Francisco.
El Papa tiene una enorme devoción a la Virgen de Luján, patrona de Argentina
Y no es todo. El autor, mariólogo, al hacer las preguntas recuperando
reflexiones marianas y no solo del Pontífice, comentándolas, ofreciendo
profundizaciones puntuales, centra el argumento de la piedad popular,
anclada a una reflexión teológica sobre María, que cobra mayor
importancia entre más esté arraigada en la vida de la Iglesia. Y nos
demuestra que, precisamente en su “sentir con la Iglesia”, el Papa
Bergoglio vive la fe mariana desde dentro. Para concluir que sus
encuentros con María no son tan diferentes de los encuentros del pueblo
de los fieles en general, o de simples cristianos que, como él, la
llaman “Madre”, “Mamá”, al dirigirse a ella (y no solo en los
santuarios) rezándole, ofreciéndole lágrimas, alegrías, afecto, amor
(porque “si quiere saber quién es María, se le pregunta a los
teólogos; si quiere saber cómo se ama a María, hay que preguntárselo al
pueblo”).
La mirada de María
El padre Alexander afirma: “Como miembro de ese pueblo de Dios, Bergoglio participa del sensus fidei fidelium
(sentido de la fe de los fieles) y se identifica con la fe mariana del
pueblo cristiano”. Una fe en la que cuenta mucho, como hecho y como
metáfora, la mirada. Y no hay duda de que a Bergoglio, atento a esta
piedad popular, siempre le ha sorprendido esta mirada de los hijos hacia
María. Pero también ha podido descubrir y saber ver la mirada de María hacia sus hijos.
En las páginas de este libro, invita a ver a la Madre y a
encomendarse a su mirada. No es casual que en 2016, durante un discurso a
los obispos en su visita a México, Francisco se refiriera al
intercambio de miradas entre el pueblo y la Morenita, confesando —nos
recuerda el autor— que reflexionó “sobre el misterio de esa mirada, haber querido mirarla y ser, a la vez, visto por sus ojos”. En la Evangelii gaudium
se lee también que “es ahí, en los santuarios, en donde se puede
observar que María reúne a su alrededor a los hijos que con tantas
fatigas van como peregrinos para verla y dejarse guiar por Ella”. En
1999, en una homilía a jóvenes peregrinos que visitaron Luján, Bergoglio
les recordó la necesidad de recibir la mirada de la Madre.
Entre las advocaciones queridas por el Papa también está la de Guadalupe
Y no solo. “La mirada de la Virgen nos enseña a ver precisamente a quienes vemos menos y más lo necesitan:
los abandonados, los que están solos, los enfermos, los que no tienen
de qué vivir, los niños de la calle, los que no conocen a Jesús, los que
no conocen la ternura de la Virgen, los jóvenes que están mal”. Es lo
que piensa el Papa que reza el acariciando las cuentas de su corona
(“Algo que me da fuerza todos los días es rezar el Rosario a la
Virgen”), el Papa que lleva en el pecho una reliquia singular (“Luján
llegó incluso a esto: tengo aquí el paño con el que limpiaron la
estatua”).
Cuanto más se entra en la lectura, más queda claro el valor
catequético del libro. Dirigido más al corazón que a la cabeza. Sin
embargo, precisamente para comprender el sentido de algunas
declaraciones del Pontífice, hay todo un complemento preparado por el
autor para situarlas en su contexto teológico e histórico, para ofrecer
apostillas interesantes. ¿Los milagros de María? Aquí, de cualquier
manera, cuenta mucho poder leer las frases de Francisco sobre
experiencias personales, en las que el primer tipo de milagro indicado
es el milagro espiritual, es decir las conversiones: “Usted sacude las
conciencias”, explica el Papa. “¡Ojo! En el buen sentido, es decir que es la madre la que arregla las cosas”.
Pero, ¿cómo se imagina esta madre Bergoglio? “La Virgen era una mujer
pobre, vivía del trabajo de su marido y del suyo, porque seguramente
sabía tejer y coser. No me la imagino como una mujer rica de pueblo”,
responde. Y con mayor convicción: la casa de la Virgen era la casa de
los pobres: “Los pobres, Ella escucha a los pobres. Sí. Ella es Madre de los pobres, de los indefensos. También en la oración del Salve Regina se evoca tal realidad”.
Al lado de la Cruz
No es casual que Francisco (y estas páginas lo resaltan), lo afirmara
al volver de su primer viaje apostólico a Aparecida. En el Santuario
brasileño dijo también: “donde hay una Cruz que llevar, allí al lado de nosotros siempre está Ella, la Madre”.
Antes de cada viaje internacional Francisco acude a Santa María La Mayor para pedir su protección
Pero el Papa forjado en Aparecida responde a las preguntas del
entrevistador sobre su teología mariana indicando dos antífonas
marianas: el Alma Redemptoris Mater y el Sub tuum praesidium, la máxima mariana en la Iglesia latina que el Papa pidió que todos los fieles del mundo recitaran junto con el Rosario en este mes de octubre para combatir las divisiones en la Iglesia.
Después, el icono de la Madre de la ternura sirve para insistir que Madre de Dios “es el título principal y esencial de la Virgen.
Se trata de una cualidad, de un papel que la fe del pueblo cristiano en
su tierna y genuina devoción por la madre celeste, ha percibido desde
siempre”.
Las apariciones marianas
En un libro como este no podían faltar reflexiones sobre las
apariciones marianas. Antes de concluir la entrevista, el autor le
pregunta al Papa qué piensa sobre el argumento, empezando por el
reciente caso argentino de la Virgen de San Nicolás: “Me da fastidio
cuando llegan con los mensajes”, responde Francisco. “¡La Virgen no
tiene una oficina de correos! Es otra cosa”. También admite que existen
algunos fenómenos, y se los explica de esta manera: “Pero creo que, teológicamente, se pueden explicar como locuciones interiores.
Las locuciones interiores son un abanico que va de una mera
inspiración, implícita, hasta lo que considero una locución interior
fuerte. Son locuciones interiores que tiene una persona particularmente
dotada. Hay criterios de discernimiento de las apariciones, ¿no? Uno de
estos, para mí, es la obediencia de la persona a la Iglesia”.
El Papa visitó Fátima en el centenario de las apariciones
También se afronta en el libro el caso de Medjugorje. El Papa
Francisco recuerda al respecto: “Cuando estaba en Buenos Aires prohibí
que hubiera una reunión, que se llevó a cabo igualmente. Pero ellos
sabían que no estaba de acuerdo”. El Pontífice explica al entrevistador
que uno de los videntes de Medjugorje habría ido a la arquidiócesis para
un encuentro en una iglesia. Y le dijo el motivo por el que se había
opuesto, sin manifestar su opinión sobre la autenticidad de las
apariciones: “lo hice porque uno de los videntes habría hablado y habría
explicado un poco todo, y a las cuatro y media se habría aparecido la
Virgen. Es decir que él tenía la agenda de la Virgen. Entonces dije:
‘No, no quiero este tipo de cosas’. Dije que no, no en la iglesia”, dice
el Papa al padre Alexander.
E inmediatamente después especifica: “Hay que distinguir, porque, a pesar de esto, Dios hace milagros en Medjugorje.
En medio de las locuras del hombre, Dios sigue haciendo milagros. Tal
vez sean fenómenos más personales. Me llegan cartas aquí, pero se
entiende que son cosas más que nada psicológicas. Hay que distinguir
bien las cosas”.
Escribe el padre Alexander que, paseando por el Palacio Apostólico,
Francisco volvió a hablar sobre el argumento y añadió: “El discurso de
las apariciones, que sea bien claro. Trata de verlo desde el lado de la locución interna.
Entonces, es obvio, como te decía, que se va de un extremo a otro. A
veces esa locución se materializa casi en una visión y, otras veces,
puede ser simplemente una inspiración”.
En su viaje a Polonia, el Papa quiso visitar Czestochowa
“Por ejemplo —continúa— esas personas que sienten que la Virgen les
dice algo, en la oración sucede una locución y entonces dicen: ‘La
Virgen me dijo esto’. Claro. Lo expresan de una manera que parece que
haya habido de verdad una aparición. Pero de ahí a que los videntes sean
protagonistas y organicen apariciones programadas… Este es el pecado
que puede acompañar una gran gracia”. Es decir, con las palabras del
Evangelio, el trigo y la cizaña pueden crecer juntos.Y hay que
entenderlo bien siempre, hoy. Afirma el Papa: “Creo que tanto en
Salta como en Medjugorje hay gracia. No se puede negar. Hay gente que se
convierte. Pero también hay falta de discernimiento. Y no quiero decir pecado, porque la gente no sabe nunca cuando hay pecado, sino al menos falta de discernimiento”.
Sin embargo, en aras de la exhaustividad, debemos recordar que estas declaraciones del Papa son de diciembre de 2013
y, por lo tanto, previas a la lectura de las conclusiones de la
comisión sobre Medjugorje presidida por el cardenal Camillo Ruini.
El grupo de trabajo, compuesto por obispos, teólogos y mariólogos,
examinó toda la documentación e interrogó a los videntes y testigos. Al
final de su investigación, en enero de 2014, propuso reconocer la
validez de las primeras apariciones. El Papa ha elogiado públicamente el
trabajo del comité de Ruini. Como saben, en mayo de 2018, Francisco
nombró al arzobispo polaco Henryk Hoser, “visitante apostólico especial para la parroquia de Medjugorje”, un representante permanente a cargo del cuidado de los fieles que van al santuario.
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