
Los temas han sido variados, aunque se ha insistido en la necesidad
de escuchar a los jóvenes y de reconocer las heridas y soledades que
acumulan, al menos en el Occidente urbano. Se ha hablado de “Soledad
en abundancia”, de los “nacidos líquidos” inciertos y frágiles, y de la
necesidad de una alianza de la Iglesia con las familias... o lo que quede de las familias en una sociedad de familias rotas.
Los ponentes han hablado también de la necesidad de escuchar a los jóvenes en el mundo digital, donde la bulimia informática a menudo corresponde a la anorexia de los sueños, con el riesgo de crear niños “info-obesos”.
Pero también existe la necesidad de mirar el rostro positivo de los
jóvenes, portadores de grandes recursos humanos y espirituales, como la
amistad, la solidaridad, el voluntariado, la autenticidad en el
testimonio, la petición de coherencia dirigida a la sociedad civil, la
llamada a una Iglesia más alegre y evangélica.
Los “nacidos líquidos”
Ser jóvenes, de hecho, hoy parece garantizar, casi automáticamente, la inscripción en la categoría de “descartados”: desarraigados y “nacidos líquidos”, los jóvenes de la era contemporánea son inciertos y frágiles,
a menudo instrumentalizados por la política, sin futuro. Por el
contrario, sueñan con un mundo que los incluya y les permita ser
protagonistas de la historia, constructores en la perspectiva del
servicio y no del poder. En las palabras de los Oyentes, también está la llamada a la firmeza y a la transparencia en la lucha contra los abusos, para que la Iglesia sea más creíble.
Por último, hay una llamada esencial a la valorización del papel de la
mujer en la vida eclesial, para que se sientan animadas a crecer en la
libertad de la fe en Jesús.
Se necesita una comparación constructiva con los adultos
Los jóvenes buscan, por tanto, escuchar a un adulto que les dedique
tiempo, los acoja con empatía y respeto, no los juzgue y los acompañe en
su discernimiento, incluido el discernimiento vocacional. Una necesidad
aún mayor hoy en día, dada la tendencia de algunos adultos a la juventud, una actitud que desorienta a los niños, privándolos de puntos de referencia.
La importancia de la liturgia y de los sacramentos
Los Padres sinodales recuerdan también la importancia de revitalizar
la Misa, la oración diaria y los sacramentos, que representan una forma
de atraer a los jóvenes y hacerlos parte activa de la vida de la
Iglesia, animándoles a desempeñar un papel protagónico. En las
celebraciones litúrgicas, por tanto, se deberá prestar atención al uso
más atractivo de la música, así como a la catequesis y a las homilías: no basta con memorizar oraciones y fórmulas – dice el Sínodo – sirve una predicación alegre e inspiradora, porque los jóvenes deben entender con la cabeza y creer con el corazón.
Sólo así, podrán ser los primeros apóstoles de sus semejantes. Agentes
de cambio, constructores de paz y de unidad en el mundo, se debe
considerar a la juventud como un lugar teológico, en el cual la Iglesia
se reconoce.
La “Soledad en abundancia”
Al mismo tiempo, los Pastores no deben limitarse a esperar a los
jóvenes en las parroquias: el verdadero desafío es aquel de ser “Iglesia
en salida” para llegar a los jóvenes dondequiera que estén. Muchos de
ellos tienen muchas amistades virtuales, pero no amigos reales, sufriendo la llamada “soledad en abundancia”
a la que la Iglesia puede ofrecer una respuesta real. En el campo de la
formación, recordamos la importancia de la Doctrina Social de la
Iglesia, una válida brújula que puede guiar a los jóvenes en sus
opciones de vida, así como el papel de las escuelas católicas, consideradas excelentes centros educativos, pero quizás incapaces de involucrar plenamente a los jóvenes en la vida eclesial.
Alianza Iglesia-Familia
Es también central el llamado a la alianza Iglesia-Familia: el primer
educador de los niños, sobre todo para acompañarlos en la edad adulta,
el núcleo familiar basado en el matrimonio cristiano debe ser reevaluado
hoy. De hecho, representa el primer pupitre de la escuela, incluso para
los que entran en el seminario. Por eso, hoy es necesario
reflexionar sobre la figura paterna, pilar de la transmisión de la fe y
de la maduración de la identidad de los hijos. Se trata de un papel que – como señala la Asamblea – debe ser llevado adelante en colaboración, y no en competencia, con la figura materna.
Acoger a los refugiados y migrantes
El Sínodo también ha hecho un llamamiento a la acogida de los
refugiados y de los migrantes, a menudo jóvenes, cuya dignidad se viola
con tanta frecuencia. La palabra clave es solidaridad, recuerdan los
Prelados, para que los jóvenes prófugos se sientan verdaderamente
acogidos e integrados. El énfasis del Sínodo se pone también en la
necesidad de trabajar para que las personas no se vean obligadas a emigrar, sino que puedan permanecer en sus países de origen.
El “ministerio de la escucha”
A continuación, la Asamblea dio la palabra al invitado especial, el Hermano Alois, Prior de la Comunidad de Taizé,
quien recordó la importancia del “ministerio de la escucha”, que se
confiará quizás también a los laicos. El hermano Roger, fundador de la
Comunidad de Taizé, dijo: “Cuando la Iglesia escucha, se convierte en lo que es: una comunión de amor”.
Luego se dio espacio a ocho oyentes: los jóvenes no son meras
categorías estadísticas, se dice en un discurso, sino que quieren ser
parte de la solución a las dificultades contemporáneas. De ahí la
llamada al mundo a hacer una opción preferencial por ellos: heridos por
sistemas que excluyen, que no promueven la igualdad y la justicia, los
jóvenes deben ser escuchados y ayudados de manera concreta, porque
corren el riesgo de llegar a ser como los pobres de nuestro tiempo, o
víctimas de la “cultura del descarte”.
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