
“El Evangelio de este domingo nos presenta uno de esos detalles muy
instructivos de la vida de Jesús con sus discípulos. Estos habían visto
que un hombre, que no formaba parte del grupo de los seguidores de
Jesús, echaba a los demonios en nombre de Jesús, y por eso querían
prohibírselo -ha señalado el Papa Francisco-. Juan, con el entusiasmo
vigoroso, típico de los jóvenes, refiere esto al Maestro buscando su
apoyo; pero Jesús, al contrario, responde: ‘No se lo impidan, porque
nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el
que no está contra nosotros, está con nosotros”.
Jesús libre nos educa también a nosotros a la libertad
El Santo Padre reflexionó sobre la libertad de Jesús, que contrasta
con la cerrazón de los discípulos ante un acontecimiento extraño a sus
esquemas; y señaló que Jesús quiere educarnos también a nosotros hoy a
esta libertad interior: “Juan y los demás discípulos manifiestan una actitud de cerrazón ante un acontecimiento que no entra en sus esquemas,
en este caso la acción, aún buena, de una persona ‘externa’ al círculo
de los seguidores. En cambio Jesús aparece muy libre, abierto plenamente
a la libertad del Espíritu de Dios, que en su acción no está limitado
por algún confín o recinto. Jesús quiere educar a sus discípulos, también a nosotros hoy, a esta libertad interior”.
La cerrazón es una forma de auto-referencialidad
La actitud de cerrazón si bien “humana”, “muy común”, “en buena fe”,
es una forma de “auto referencialidad”, advirtió Francisco: “Nos hace
bien reflexionar sobre este episodio y hacer un poco de examen de
conciencia. La actitud de los discípulos de Jesús es muy humana, muy
común, y la podemos encontrar en las comunidades cristianas de todos los
tiempos, probablemente también en nosotros mismos. En buena fe, es más,
con celo, se quisiera proteger la autenticidad de una cierta
experiencia, tutelando al fundador o al líder de los falsos imitadores.
Pero al mismo tiempo está como el temor de la ‘competencia’, y esto
es feo: el temor de la competencia, que alguno pueda sustraer nuevos
seguidores, y entonces no se logra apreciar el bien que los otros hacen:
no está bien porque ‘no es de los nuestros’, se dice. Es una forma de auto referencialidad, es más: aquí está la raíz del proselitismo. Y la Iglesia -decía el Papa Benedicto- no crece por proselitismo, crece por atracción, es decir, crece por el testimonio a los demás con la fuerza del Espíritu Santo”.
No pensar según las categorías, sino a lo bueno, verdadero y bello
Poniendo como ejemplo a Dios mismo, el Obispo de Roma invitó a
examinarnos a nosotros mismos en lugar de juzgar a los demás, estando
atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de lo verdadero que se
realiza, más que a "quien" lo hace: “La gran libertad de Dios en el
donarse a nosotros es un desafío y una exhortación a cambiar nuestras
actitudes y relaciones. Es la invitación que Jesús nos dirige hoy. Él
nos llama a no pensar según las categorías de "amigo/enemigo",
"nosotros/ellos", "quien está dentro/ quien está fuera", "mío/tuyo",
sino a ir más allá, a abrir nuestro corazón para poder reconocer su
presencia y la acción de Dios incluso en ambientes insólitos e
impredecibles y en personas que no forman parte de nuestro círculo. Se
trata de estar más atentos a la autenticidad del bien, de lo bello y de
lo verdadero que se realiza, que al nombre y al origen de quien lo hace.
Y -como sugiere la parte restante del Evangelio de hoy- en lugar de
juzgar a los demás, debemos examinarnos a nosotros mismos y ‘cortar’ sin
compromisos todo lo que pueda escandalizar a las personas más débiles
de la fe”.
Nuestro modelo es María
El Papa concluyó elevando una plegaria a la Virgen Madre, “modelo de
dócil acogida” de las sorpresas de Dios: “Que la Virgen María, modelo de dócil acogida de las sorpresas de Dios,
nos ayude a reconocer los signos de la presencia del Señor en medio de
nosotros, descubriéndolo allí donde Él se manifiesta, incluso en las
situaciones más impensables e inusuales. Que nos enseñe a amar a nuestra
comunidad sin celos y sin cerrazones, siempre abiertos al vasto
horizonte de la acción del Espíritu Santo”.
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