El Papa Francisco dirigió un año más, el cuarto en su pontificado, el tradicional mensaje navideño a la Curia romana donde advirtió duramente contra las “intrigas” que se producen en el interior de los muros vaticanos y los “traidores” que abusan de la confianza depositada en ellos.

De este modo, en la Sala Clementina, el Papa habló este jueves de la importancia de la “comunión con Pedro” que “refuerza y da nuevo vigor a la comunión entre todos los miembros”.
Cuidado con las "intrigas"
Francisco quiso incidir en este punto de la comunión alrededor del Papa pues, tal y como recoge Aciprensa, “es muy importante si se quiere superar la desequilibrada y degenerada lógica de las intrigas o de los pequeños grupos que en realidad representan, a pesar de sus justificaciones y buenas intenciones, un cáncer que lleva a la autorreferencialidad, que se infiltra también en los organismos eclesiásticos en cuanto tales y, en particular, en las personas que trabajan en ellos”.

De este modo, el Papa explicó que “cuando esto sucede entonces se pierde la alegría del Evangelio, la alegría de comunicar a Cristo y de estar en comunión con él; se pierde la generosidad de nuestra consagración”.

El peligro de los "traidores"
Otro de los grandes problemas de los que advirtió Francisco fue “el de los traidores de la confianza o los que se aprovechan de la maternidad de la Iglesia”.

Según el Papa, “personas que han sido seleccionadas con cuidado para dar mayor vigor al cuerpo y a la reforma, pero, al no comprender la importancia de sus responsabilidades, se dejan corromper por la ambición o la vanagloria, y cuando son delicadamente apartadas se auto-declaran equivocadamente mártires del sistema, del ‘Papa desinformado’, de la ‘vieja guardia’…, en vez de entonar el ‘mea culpa’”.

Aviso a los dicasterios vaticanos
Ante estos peligros, el Papa exhortó a los Dicasterios de la Curia romana a “trabajar de manera conforme a su naturaleza y finalidad: en el nombre y con la autoridad del Sumo Pontífice y siempre por el bien y al servicio de las Iglesias”.

En este aspecto, señaló que estos organismos “están llamados a ser en la Iglesia como unas fieles antenas sensibles: emisoras y receptoras” que transmitan “fielmente la voluntad del Papa y de los Superiores”.

En el mensaje de este año, además de hablar de aspectos internos de la Curia, también habló de aspectos externos que tienen que ver con “la relación de la Curia con las naciones, con las Iglesias particulares, con las Iglesias orientales, con el diálogo ecuménico, con el Judaísmo, con el Islam y las demás religiones, es decir, con el mundo exterior”.

La Curia y la relación con las Naciones
Francisco se refirió de forma concreta al “papel fundamental la Diplomacia Vaticana que busca sincera y constantemente el que la Santa Sede sea un constructor de puentes, de paz y de diálogo entre las naciones”.

Así, insistió en que “el único interés de la Diplomacia Vaticana es estar libre de cualquier interés mundano o material”. “La Santa Sede está presente en la escena mundial para colaborar con todas las personas y las naciones de buena voluntad y para repetir constantemente la importancia de proteger nuestra casa común frente a cualquier egoísmo destructivo”.

La Curia y las Iglesias particulares
Por otro lado, Francisco dijo que la relación entre la Curia y las diócesis y eparquías es “máxima importancia” y se trata de una relación basada “en la colaboración, la confianza y nunca en la superioridad o el contraste”.
El Santo Padre recordó que “el punto de referencia de la Curia romana, de hecho, no es sólo el Obispo de Roma, del que le viene la autoridad, sino también las Iglesias particulares y sus Pastores en todo el mundo, para cuyo bien, obra y actúa”.

La Curia y las Iglesias orientales
Por otro lado, Francisco explicó que “la unidad y la comunión que existe en la relación entre la Iglesia de Roma y las Iglesias orientales representa un ejemplo concreto de riqueza en la diversidad para toda la Iglesia. Ellas, en la fidelidad a sus propias tradiciones de dos mil años y en la comunión eclesial experimentan y realizan la oración sacerdotal de Cristo”.

En este sentido, insistió en la necesidad “de profundizar y revisar la delicada cuestión de la elección de los nuevos obispos y eparcas que debe corresponder, por una parte, a la autonomía de las Iglesias orientales y, al mismo tiempo, al espíritu de responsabilidad evangélica y al deseo de reforzar cada vez más la unidad con la Iglesia Católica”.

Asimismo, recordó que “la relación entre Roma y Oriente es de mutuo enriquecimiento espiritual y litúrgico. En realidad, la Iglesia de Roma no sería realmente católica sin las inestimables riquezas de las Iglesias orientales”.
La Curia y el diálogo ecuménico

Durante su mensaje navideño, el Papa mostró que el diálogo con las demás confesiones y realidades cristianas no católicas es “un verdadero camino, pero, como muchas veces han repetido también mis Predecesores, es un camino irreversible y sin vuelta atrás”.

“Cuando caminamos juntos, es decir, cuando nos encontramos como hermanos, rezamos juntos, trabajamos juntos en el anuncio del Evangelio y en el servicio a los últimos, ya estamos unidos”, aseguró. “Todas las diferencias teológicas y eclesiológicas que todavía dividen a los cristianos serán superadas sólo por esta vía”.

La Curia y el judaísmo, el islam y las otras religiones
“La relación de la Curia Romana con las otras religiones se basa en la enseñanza del Concilio Vaticano II y en la necesidad del diálogo”, destacó. Señaló, recordando el discurso que pronunció en la Universidad de Al-Azhar en el viaje apostólico a Egipto en abril de 2017, que el diálogo interreligioso está construido sobre tres orientaciones fundamentales: el deber de la identidad, la valentía de la alteridad y la sinceridad de las intenciones.

El Papa Francisco finalizó su discurso repitiendo que la Navidad es la fiesta de la fe, y “una fe que no nos pone en crisis es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe que debe crecer; una fe que no nos interroga es una fe sobre la cual debemos preguntarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe estar animada; una fe que no nos conmueve es una fe que debe ser sacudida”.
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