Beato Miguel Agustín ProEl gran mártir de la persecución contra los católicos en México
Miguel Agustín Pro Juárez (Padre Pro), nació el 13 de enero de 1891 en la población minera de Guadalupe, Zacatecas, tercero de once hermanos e hijo de Miguel Pro y Josefa Juárez. El 19 de agosto de 1911, ingresa al Noviciado de la Compañía de Jesús en El Llano, Michoacán, luego de unos Ejercicios hechos con jesuitas y de haber madurado lentamente la decisión. Ya la familia había dado antes dos vocaciones religiosas en la persona de dos hermanas mayores de Miguel.
Luego del Noviciado, continúa sus estudios en Los Gatos, California,
obligados los jesuitas a abandonar Los Llanos a causa de la presencia de
fuerzas carrancistas. Estudia después retórica y filosofía en España.
Desempeña el oficio de profesor en el colegio de la Compañía en Granada,
Nicaragua y hace la teología en Enghien, Bélgica, donde recibe el
presbiterado.
Un juicio imparcial sobre la vida de formación del P. Miguel nos
inclina a admitir que gozaba en alto grado de talento práctico, pero que
carecía de facilidad para los estudios especulativos, quizá debido a la
deficiente enseñanza de sus primeros años. Su gloriosa muerte
contribuyó además a que se esfumara el recuerdo de la parte negativa de
su temperamento jocoso, bromista y agudo.
Una úlcera estomacal, la oclusión del píloro y toda la ruina del
organismo hicieron prever un desenlace rápido al final de sus estudios
en Bélgica. "Los dolores no cesan -escribe en una carta íntima-.
Disminuyo de peso, 200 a 400 gramos cada semana, y a fuerza de embaular
porquerías de botica, tengo descarriado el estómago... Las dos
operaciones últimas estuvieron mal hechas y otro médico ve probable la
cuarta". Luego detalla el insoportable régimen dietético que se le hace
sufrir. Su organismo se reduce a tal extremo que sus superiores en
Enghien tratan de apresurar el regreso a México, para que la muerte no
lo recoja fuera de su patria.
En esta situación realiza su anhelo de viajar a Lourdes, al pie del
Pirineo, donde espera una intervención de la Virgen que le devuelva las
fuerzas que necesitará en México para ayudar a los católicos entonces
vejados por una persecución. La prisión, el fusilamiento y el destierro
están a la orden del día.
De la visita a la célebre gruta, escribe: "Ha sido uno de los días
más felices de mi vida... No me pregunte lo que hice o qué dije. Sólo sé
que estaba a los pies de mi Madre y que yo sentí muy dentro de mí su
presencia bendita y su acción". Esa experiencia mística es para leerse
entera en su vida. Sabemos por ella que la Virgen le prometió salud para
trabajar en México. El exorbitante trabajo que tuvo los meses que vivió
en la capital desde su llegada en julio de 1926, realizado además
mientras huía de casa en casa para despistar a los sabuesos que seguían
sus pasos, no hubiera podido ser ejercido por un individuo de mediana
salud, y menos por uno tan maltratado como Miguel Agustín, de no haber
sido por la intervención de la Madre de Jesucristo.
Así le sorprende el fracasado intento de Segura Vilchis para acabar
con Obregón, el presidente electo. Las bombas de aquel católico
exasperado estaban tan mal hechas que ni siquiera causaron desperfectos
graves en el coche abierto del prócer. El ingeniero Segura había
procedido con todo sigilo para preparar y ejecutar el acto. Nadie, sino
el chofer y dos obreros estaban enterados. La liga de Defensa Religiosa,
y por tanto Humberto y Roberto Pro, hermanos del Padre, y el mismo
Padre, fueron ajenos al plan magnicida.
El Papa Pío XI había defendido a los católicos mexicanos y había
condenado la injusta persecución en tres ocasiones a través de
documentos públicos dirigidos al mundo. Calles, el perseguidor, estaba
irritadísimo contra él; pero no pudiendo descargar sus iras contra un
enemigo tan distante las descargó contra un eclesiástico, el P. Pro, al
que la indiscreción de una mujer y un niño hizo caer en las garras de la
policía mientras cometía sus cotidianos delitos de llevar la comunión,
de confesar o socorrer a los indigentes. Calles se vengaría del Papa en
un cura... Y aprovechando que el Padre Pro estaba en los sótanos de la
Inspección de Policía atribuyó a él y a sus hermanos la responsabilidad
de un acto cuyo verdadero autor no había podido ser descubierto.
El autor verdadero, el lng. Segura Vilchis, había ágilmente saltado
del automóvil desde el que arrojó la fallida bomba. Luego siguió
caminando impertérrito por la banqueta mientras preparaba una coartada
admirable. Obregón se dirigía a los toros. Segura Vilchis, sin ser
reconocido por los esbirros, entró a la plaza detrás del general, buscó
su palco y encontró el modo de hacerse bien visible y reconocible por
éste. Así podía citarlo como testigo de que él se hallaba en los toros
pocos minutos después del atentado.
No obstante, enterado por las extras de los periódicos de que
acusaban al padre Pro y a sus hermanos Humberto y Roberto del
lanzamiento de la bomba, Segura Vilchis resolvió su caso de conciencia y
corrió a la Inspección de Policía para presentarse al general Roberto
Cruz, Inspector General y, previa palabra de honor de que soltaría a los
Pro, que nada tenían que ver con el delito, se ofreció a decir quién
era el verdadero autor. Se delató a sí mismo y probó con toda facilidad
que lo era. Con todo, de la Presidencia de la República llegó la orden
directa de fusilar a los Pro y a Segura Vilchis, sin sombra de
investigación judicial.
Así el 23 de noviembre de 1927, a la puerta del fatídico sótano, y
minutos después de la diez de la mañana, un policía llamo a gritos al
preso: "¡Miguel Agustín Pro!" Salió el padre y pudo ver el patio lleno
de ropa y de invitados como a un espectáculo de toros, a multitud de
gente, a unos seis fotógrafos por lo menos y a varios miembros del
Cuerpo Diplomático "para que se enteraran de cómo el gobierno castigaba
la rebeldía de los católicos".
El padre Pro caminó sereno y tuvo tiempo de oír a uno de sus aprehensores, que le susurraba:
-Padre, perdóneme.
-No sólo te perdono -le respondió-; te doy las gracias.
-¿Su última voluntad? -le preguntaron ya delante del pelotón de fusilamiento.
-Que me dejen rezar.
Se hincó delante de todos y, con los brazos cruzados, estuvo unos
momentos ofreciendo sin duda su vida por México, por el cese de la
persecución, y reiterando el ofrecimiento de su vida por Calles, como ya
lo solía hacer antes... Se levantó, abrió los brazos en cruz, pronunció
claramente, sin gritar.- ¡Viva Cristo Rey! y cayó al suelo para recibir
luego el tiro de gracia.
Oración a Beato Miguel Agustín Pro
Palabra del Señor ya rubricada
Es la vida del mártir, ofrecida
Como prueba fiel de que la espada
No puede ya truncar la fe vivida.
Palabra del Señor ya rubricada
Es la vida del mártir, ofrecida
Como prueba fiel de que la espada
No puede ya truncar la fe vivida.
Fuente de fe y de luz es su memoria,
Coraje para el justo en la batalla
Del bien, de la verdad, siempre victoria
Que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Coraje para el justo en la batalla
Del bien, de la verdad, siempre victoria
Que, en vida y muerte, el justo en Cristo halla.
Martirio es el dolor de cada día,
Si en Cristo y con amor es aceptado,
Fuego lento de amor que en la alegría
De servir al Señor es consumado.
Si en Cristo y con amor es aceptado,
Fuego lento de amor que en la alegría
De servir al Señor es consumado.
Concédenos, oh Padre, sin medida,
Y tú, Señor Jesús crucificado,
El fuego del Espíritu de vida
Para vivir el don que nos has dado.
Y tú, Señor Jesús crucificado,
El fuego del Espíritu de vida
Para vivir el don que nos has dado.
Amén
Artículo publicado originalmente por Santopedia
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