Paul Schneider Estaban, sacerdote en una parroquia de la diócesis de Getafe, vivió en 2016 un mes de prueba como misionero en Gode, Etiopía, cerca de la frontera somalí, en una zona casi sin cristianos y a cien kilómetros de los combates con yihadistas de Al-Shabab. Y quedó "enganchado" a la misión. Ahora, tras el verano, vuelve a Gode para pasar al menos un año, y quizá mucho más.
"Después de 10 años como sacerdote de mi querida diócesis de Getafe,
tras haber servido 4 años en San Sebastián (Getafe) y 6 años en San
Carlos Borromeo (Villanueva de la Cañada), me embarco en una nueva aventura convencido de que el Señor me llama ahora a una misión diferente", escribe.
La pobreza y la vocación
“Voy a intentar resumir mi camino interior y exterior de la vocación misionera. Mi padre siempre comentaba en casa los conflictos que había en el mundo, ya fuera en Chiapas, Afganistán, Ruanda o las situaciones de pobreza de Etiopía o Somalia. Mi padre, duro en muchas cosas, era sensible y emotivo cuando salían noticias de miseria en otros lugares del mundo, y nos explicaba a mis hermanas y a mí que éramos afortunados, pues otros tenían tan poco", escribe.
"Me llegó la vocación sacerdotal a los 17 años. Llevaba 3 años yendo a reuniones con un movimiento llamado Familias de Nazaret, cuando una tarde de un 16 de diciembre del 2000, rezando solo en mi habitación, sentí 'superfuerte', como nunca antes o después, la voz del Señor. Literalmente, me decía: ‘Paul, quiero que dediques el resto de tu vida a servirme a Mí y a los hombres’. Me llené de una profunda emoción, cuyo eco sigue resonando hasta el día de hoy (tengo casi 34), y me va a durar toda la vida".
"En ese momento no sabía si Dios me llamaba a ser sacerdote, monje o misionero, pero sabía que Él me llamaba a una consagración total a Él y al Evangelio, y que eso excluiría el casarme -que tanto yo deseaba- y formar una familia. Me puse en manos del que empezó a ser mi director espiritual, Álvaro Cárdenas, y entré al seminario al año siguiente".
Ya como sacerdote, sirvió 4 años en San Sebastián (Getafe) y 6 años en San Carlos Borromeo (Villanueva de la Cañada).
Primer contacto con las misiones
"En noviembre de 2015 un militar de mi parroquia, José Luis Sánchez Urbón, me invitó a Koulikoro (Mali), donde él estaba de jefe de la misión del ejército español. Conocí a unas misioneras colombianas maravillosas y allí empezó mi creciente curiosidad. Yo aún ni me planteaba salir de mi querida diócesis de Getafe. 'Ya hay mucha misión allí', decía yo".
"Un par de meses después un matrimonio de mi parroquia, Fran y Loreto, me presentaron al padre Christopher Hartley, que estaba de paso por España dando charlas y pidiendo ayuda. Ellos lo conocían porque siendo novios e incluso al año de casarse iban a República Dominicana a ayudarlo. Él está ahora en Gode, Etiopía, misión que visité en junio-julio del 2016".
Hizo esa experiencia, y en África, "el Señor, en la capillita pobre de Gode, me decía ‘Te quiero aquí, te quiero aquí’. Así de sencillo".
¿Qué hará este misionero "novato" en Gode? "Orar, ser del Señor, escuchar a la gente, ser sacerdote, aprender el idioma, ir a por agua, hacer chapuzas, visitar a los enfermos, acompañar a la monja, los voluntarios y las ex-prostitutas del programa, ayudar a cuidar de los niños. Y sobre todo, celebrar la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana".
Un desierto, casi todos musulmanes
En la zona de Gode hay una iglesia ortodoxa, 56 mezquitas y muy pocos católicos.
Ya tras sus primeras 3 semanas allí explicaba lo que veía: "Esto es un mundo muy primitivo, lleno de polvo, burros y carretas, donde lo colectivo y las figuras de autoridad (los ancianos de la ciudad) prevalecen muy por encima del juicio individual o de lo que llamaríamos los cristianos occidentales "los reclamos y deseos del corazón". Hay pocas sonrisas -excepto en los niños-, poca alegría en general. La gratitud, si la hay, se demuestra muy poco".
"La minoría ortodoxa, de la etnia de los amhara, por un lado tiene su religiosidad muy ritualista, de ceremonias extensas (hasta cuatro horas los domingos), pero, por otro lado, son, para la mayoría musulmana somalí, el ejemplo de la decadencia y la corrupción moral. Las prostitutas públicas son las cristianas, y al sida lo llaman "la enfermedad de los cristianos". Aunque también ellos, los hombres somalíes, se contagian en la prostitución y luego se lo pegan a sus mujeres".
"Este pueblo-ciudad de Gode está en medio de una especie de desierto. La gente tradicionalmente es ganadera trashumante, aunque algunas ONG están intentando fomentar la agricultura de regadío como remedio para la gran sequía que siempre hay, secundando planes gubernamentales".
Los yihadistas a cien kilómetros
"El Ejército etíope -se dice que financiado por EEUU- vigila fuertemente esta región cercana a la frontera con Somalia, porque el grupo terrorista Al-Shabab ha vuelto a aparecer y a actuar en muchas ocasiones, con la pretensión de ocupar y conquistar toda esta región. De enero a este tiempo han muerto 200 soldados etíopes a cien kilómetros de aquí, donde está el conflicto".
"El padre Christopher siempre nos exhorta a extremar la cautela para no hacer manifestaciones imprudentes de nuestra fe cristiana, ni mucho menos decir cosas que puedan ser interpretadas como crítica del islam o de sus elementos religiosos, porque los radicales pueden estar en cualquier sitio, y luego lo podrían interpretar del peor modo y se servirían de ello para cerrar toda esta misión. El demonio aprovechará cualquier cosita para detener esta obra".
"Los católicos africanos en esta misión son muy poquitos, unos cinco, pero también vienen a misa unos seis ortodoxos, dos musulmanes y un protestante. Ésos son los que acuden a la eucaristía los domingos. Después, todos se quedan y se comparte un aperitivo de pan dulce y un refresco".
El trabajo con las ex-prostitutas
La misión trabaja con chicas pobres y prostitutas en el Proyecto Tamara. "Por toda Etiopía corre el rumor de que "en Gode hay trabajo", y llegan chicas pensando que podrán ganarse la vida de camareras o lavando ropa, pero luego la necesidad y el estar lejos de su familia hacen una mala mezcla. Ahora hay unas 15 mujeres que vienen todas las mañanas a ‘Tamara’ de lunes a viernes. Lo hacen con sus bebés y todo, a los que se cuida en una sala-guardería aparte. Algunas completaron el curso de formación [de costura] de seis meses y ya viven de ello. Alguna se marchó y se cree que volvió a la mala vida. Otras dos han muerto recientemente (una en diciembre y otra, Fatuma, el viernes pasado), a causa del avance de las enfermedades. El sida que contrajeron en la prostitución les deja sin defensas y, luego, la tuberculosis o la malaria, o lo que sea, avanza a pasos de gigante".
"Así como en Villanueva de la Cañada, Cristo está en este lugar llamado Gode. Claramente. Con la diferencia de que aquí es muy poco conocido y amado por la gente. Lo importante siempre es hacer la voluntad de Dios e imitar a Cristo dando la vida. Descubrir su Amor y el sentido de nuestra existencia".
Y finaliza con una petición: "Os ruego que me acompañéis desde la diócesis de Getafe y desde España en las Eucaristías y en los hogares, pues pocas cosas son tan eficaces para la salvación del mundo como la oración en familia. Por favor, encomendadme a los santos, especialmente a Santa Teresita de Lisieux, San Rafael Arnáiz, Santa. Teresa de Calcuta y al Beato Carlos de Foucauld".
La pobreza y la vocación
“Voy a intentar resumir mi camino interior y exterior de la vocación misionera. Mi padre siempre comentaba en casa los conflictos que había en el mundo, ya fuera en Chiapas, Afganistán, Ruanda o las situaciones de pobreza de Etiopía o Somalia. Mi padre, duro en muchas cosas, era sensible y emotivo cuando salían noticias de miseria en otros lugares del mundo, y nos explicaba a mis hermanas y a mí que éramos afortunados, pues otros tenían tan poco", escribe.
"Me llegó la vocación sacerdotal a los 17 años. Llevaba 3 años yendo a reuniones con un movimiento llamado Familias de Nazaret, cuando una tarde de un 16 de diciembre del 2000, rezando solo en mi habitación, sentí 'superfuerte', como nunca antes o después, la voz del Señor. Literalmente, me decía: ‘Paul, quiero que dediques el resto de tu vida a servirme a Mí y a los hombres’. Me llené de una profunda emoción, cuyo eco sigue resonando hasta el día de hoy (tengo casi 34), y me va a durar toda la vida".
"En ese momento no sabía si Dios me llamaba a ser sacerdote, monje o misionero, pero sabía que Él me llamaba a una consagración total a Él y al Evangelio, y que eso excluiría el casarme -que tanto yo deseaba- y formar una familia. Me puse en manos del que empezó a ser mi director espiritual, Álvaro Cárdenas, y entré al seminario al año siguiente".
Ya como sacerdote, sirvió 4 años en San Sebastián (Getafe) y 6 años en San Carlos Borromeo (Villanueva de la Cañada).
Primer contacto con las misiones
"En noviembre de 2015 un militar de mi parroquia, José Luis Sánchez Urbón, me invitó a Koulikoro (Mali), donde él estaba de jefe de la misión del ejército español. Conocí a unas misioneras colombianas maravillosas y allí empezó mi creciente curiosidad. Yo aún ni me planteaba salir de mi querida diócesis de Getafe. 'Ya hay mucha misión allí', decía yo".
"Un par de meses después un matrimonio de mi parroquia, Fran y Loreto, me presentaron al padre Christopher Hartley, que estaba de paso por España dando charlas y pidiendo ayuda. Ellos lo conocían porque siendo novios e incluso al año de casarse iban a República Dominicana a ayudarlo. Él está ahora en Gode, Etiopía, misión que visité en junio-julio del 2016".
Hizo esa experiencia, y en África, "el Señor, en la capillita pobre de Gode, me decía ‘Te quiero aquí, te quiero aquí’. Así de sencillo".
¿Qué hará este misionero "novato" en Gode? "Orar, ser del Señor, escuchar a la gente, ser sacerdote, aprender el idioma, ir a por agua, hacer chapuzas, visitar a los enfermos, acompañar a la monja, los voluntarios y las ex-prostitutas del programa, ayudar a cuidar de los niños. Y sobre todo, celebrar la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana".
Un desierto, casi todos musulmanes
En la zona de Gode hay una iglesia ortodoxa, 56 mezquitas y muy pocos católicos.
Ya tras sus primeras 3 semanas allí explicaba lo que veía: "Esto es un mundo muy primitivo, lleno de polvo, burros y carretas, donde lo colectivo y las figuras de autoridad (los ancianos de la ciudad) prevalecen muy por encima del juicio individual o de lo que llamaríamos los cristianos occidentales "los reclamos y deseos del corazón". Hay pocas sonrisas -excepto en los niños-, poca alegría en general. La gratitud, si la hay, se demuestra muy poco".
"La minoría ortodoxa, de la etnia de los amhara, por un lado tiene su religiosidad muy ritualista, de ceremonias extensas (hasta cuatro horas los domingos), pero, por otro lado, son, para la mayoría musulmana somalí, el ejemplo de la decadencia y la corrupción moral. Las prostitutas públicas son las cristianas, y al sida lo llaman "la enfermedad de los cristianos". Aunque también ellos, los hombres somalíes, se contagian en la prostitución y luego se lo pegan a sus mujeres".
"Este pueblo-ciudad de Gode está en medio de una especie de desierto. La gente tradicionalmente es ganadera trashumante, aunque algunas ONG están intentando fomentar la agricultura de regadío como remedio para la gran sequía que siempre hay, secundando planes gubernamentales".
Los yihadistas a cien kilómetros
"El Ejército etíope -se dice que financiado por EEUU- vigila fuertemente esta región cercana a la frontera con Somalia, porque el grupo terrorista Al-Shabab ha vuelto a aparecer y a actuar en muchas ocasiones, con la pretensión de ocupar y conquistar toda esta región. De enero a este tiempo han muerto 200 soldados etíopes a cien kilómetros de aquí, donde está el conflicto".
"El padre Christopher siempre nos exhorta a extremar la cautela para no hacer manifestaciones imprudentes de nuestra fe cristiana, ni mucho menos decir cosas que puedan ser interpretadas como crítica del islam o de sus elementos religiosos, porque los radicales pueden estar en cualquier sitio, y luego lo podrían interpretar del peor modo y se servirían de ello para cerrar toda esta misión. El demonio aprovechará cualquier cosita para detener esta obra".
"Los católicos africanos en esta misión son muy poquitos, unos cinco, pero también vienen a misa unos seis ortodoxos, dos musulmanes y un protestante. Ésos son los que acuden a la eucaristía los domingos. Después, todos se quedan y se comparte un aperitivo de pan dulce y un refresco".
El trabajo con las ex-prostitutas
La misión trabaja con chicas pobres y prostitutas en el Proyecto Tamara. "Por toda Etiopía corre el rumor de que "en Gode hay trabajo", y llegan chicas pensando que podrán ganarse la vida de camareras o lavando ropa, pero luego la necesidad y el estar lejos de su familia hacen una mala mezcla. Ahora hay unas 15 mujeres que vienen todas las mañanas a ‘Tamara’ de lunes a viernes. Lo hacen con sus bebés y todo, a los que se cuida en una sala-guardería aparte. Algunas completaron el curso de formación [de costura] de seis meses y ya viven de ello. Alguna se marchó y se cree que volvió a la mala vida. Otras dos han muerto recientemente (una en diciembre y otra, Fatuma, el viernes pasado), a causa del avance de las enfermedades. El sida que contrajeron en la prostitución les deja sin defensas y, luego, la tuberculosis o la malaria, o lo que sea, avanza a pasos de gigante".
"Así como en Villanueva de la Cañada, Cristo está en este lugar llamado Gode. Claramente. Con la diferencia de que aquí es muy poco conocido y amado por la gente. Lo importante siempre es hacer la voluntad de Dios e imitar a Cristo dando la vida. Descubrir su Amor y el sentido de nuestra existencia".
Y finaliza con una petición: "Os ruego que me acompañéis desde la diócesis de Getafe y desde España en las Eucaristías y en los hogares, pues pocas cosas son tan eficaces para la salvación del mundo como la oración en familia. Por favor, encomendadme a los santos, especialmente a Santa Teresita de Lisieux, San Rafael Arnáiz, Santa. Teresa de Calcuta y al Beato Carlos de Foucauld".
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