
En su discurso, el Santo Padre resaltó la riqueza de esta ciudad,
llena de historia que entre sus hijos ilustres, ha dado al mundo a dos
Papas: Pío VI, de quien recordamos el tercer aniversario de su
nacimiento, dijo, y Pío VII.
“Desde hace siglos – afirmó el Pontífice – esta Plaza constituye el
punto de encuentro de los ciudadanos y el ámbito donde se desarrolla el
mercado. Por ello, se llama: Plaza del Pueblo, o simplemente ‘la Plaza’,
espacio público en el cual se toman decisiones relevantes para la
ciudad en el Palacio Municipal y se desarrollan iniciativas económicas y
sociales”.
La Plaza, señaló el Papa, es un lugar emblemático, donde las
aspiraciones de los individuos se confrontan con las exigencias, las
expectativas y los sueños de la entera ciudadanía; donde los grupos
particulares, agregó el Santo Padre, toman conciencia que sus deseos
deben estar en armonía con aquellos de la colectividad.
“Donde se aprende que, sin perseguir con constancia, empeño e
inteligencia el bien común, ni siquiera los individuos podrán
beneficiarse de sus derechos y realizar sus más nobles aspiraciones,
porque disminuiría el espacio ordenado y civil en el cual vivir y
obrar”.
“La centralidad de la plaza – precisó el Papa Francisco – envía por
lo tanto el mensaje que es esencial trabajar todos juntos por el bien
común. Y esta es la base del buen gobierno de la ciudad, que la hace
bella, sana y acogedora, lugar de encuentro de iniciativas y motor de un
desarrollo sostenible e integral”.
En este sentido, el Santo Padre precisó que es necesario una buena
política para la vida común de un pueblo, que no de espacio a las
ambiciones individuales o a la prepotencia de algunas facciones o
centros de interés; sino una política que sea responsable, valiente y
prudente al mismo tiempo; que haga crecer la participación de las
personas, su progresiva inclusión y pertenencia.
Es decir, subrayó el Pontífice, una política que sepa armonizar las
legítimas aspiraciones de los individuos y de los grupos teniendo el
timón firme en los intereses de la entera ciudadanía.
“Este es el rostro auténtico de la política y su razón de ser –
puntualizó el Papa Francisco – un servicio inestimable por el bien de la
entera colectividad. Y este es el motivo por el cual la doctrina social
de la Iglesia la considera una noble forma de caridad. Por ello, invito
a los jóvenes y más pequeños a prepararse adecuadamente y comprometerse
personalmente en este campo, asumiendo desde ahora la perspectiva del
bien común y rechazando incluso toda mínima forma de corrupción”.
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco recordó que toda la
Región de Emilia-Romaña ha sido siempre una tierra que tiene la pasión
por la política.
“Quisiera decir a todos – agregó el Papa – descubran también para hoy
el valor de esta dimensión esencial de la convivencia civil y den su
contribución, siempre listos para hacer prevalecer el bien del todo
sobre la parte; siempre listos a reconocer que toda idea debe ser
verificada y remodelada en relación con la realidad”.
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