Beato Álvaro del Portillo
Obispo y Prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei
En Roma, Italia, beato Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, español, obispo y prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei. ( 1994)
Hijo de Clementina Diez de Sollano (mexicana) y de Ramón del Portillo y Pardo (español), Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos.
Obispo y Prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei
En Roma, Italia, beato Álvaro del Portillo y Diez de Sollano, español, obispo y prelado de la Prelatura Personal de la Santa Cruz y del Opus Dei. ( 1994)
Hijo de Clementina Diez de Sollano (mexicana) y de Ramón del Portillo y Pardo (español), Álvaro del Portillo nació en Madrid el 11 de marzo de 1914. Era el tercero de ocho hermanos.
Después de cursar el bachillerato en el Colegio El Pilar (Madrid),
ingresó en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, en la
que terminó sus estudios en 1941. Posteriormente trabajó en diversas
entidades oficiales con competencia en materia hidrográfica. A la vez,
estudió Filosofía y Letras (Sección de Historia) y se doctoró en 1944
con la tesis Descubrimientos y exploraciones en las costas de
California.
En 1935 se incorporó al Opus Dei, institución de la Iglesia Católica
que había sido fundada siete años antes por san Josemaría Escrivá de
Balaguer. Recibió directamente del fundador la formación y el espíritu
propios de aquel nuevo camino en la Iglesia. Desarrolló una amplia labor
de evangelización entre sus compañeros de estudio y trabajo, y desde
1939 realizó numerosos viajes apostólicos por diferentes ciudades de
España.
El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote por el obispo de
Madrid, Mons. Leopoldo Eijo y Garay, junto con José María Hernández
Garnica y José Luis Múzquiz: son los tres primeros sacerdotes del Opus
Dei, después del fundador.
En 1946 se trasladó a Roma, pocos meses antes de que fijara allí su
residencia san Josemaría, con el que convivió también en los años
siguientes. Se trata de un periodo crucial para el Opus Dei, que recibe
entonces las primeras aprobaciones jurídicas de la Santa Sede. Para
Mons. del Portillo empieza también una época decisiva en la que, entre
otras cosas, realizará con su actividad intelectual junto a san
Josemaría y con su trabajo en la Santa Sede una honda reflexión sobre
el papel y la responsabilidad de los fieles laicos en la misión de la
Iglesia, a través del trabajo profesional y las relaciones sociales y
familiares. En un hospital escribirá años más tarde, para ejemplificar
esta realidad la Iglesia no está solo presente por el capellán:
también actúa a través de los fieles que, como médicos o enfermeros,
procuran prestar un buen servicio profesional y una delicada atención
humana a los pacientes; en un barrio, el templo será siempre un punto de
referencia indispensable: pero el único modo de llegar a los que no lo
frecuentan será a través de otras familias.
Entre 1947 y 1950 empujó la expansión apostólica del Opus Dei en
Roma, Milán, Nápoles, Palermo y otras ciudades italianas. Promovió
actividades de formación cristiana y atendió sacerdotalmente a numerosas
personas. De la huella que su labor ha dejado en Italia hablan hoy las
numerosas calles y plazas que se le han dedicado en distintos núcleos
urbanos del país.
El 29 de junio de 1948, el fundador del Opus Dei erigió en Roma el
Collegio Romano della Santa Croce, centro internacional de formación del
que Álvaro del Portillo fue primer rector y en el que enseñó teología
moral (1948-1953). En ese mismo año (1948) obtuvo el doctorado en
Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás.
Durante sus años en Roma, los diversos Papas que se suceden (desde
Pío XII hasta Juan Pablo II) le llamaron a desempeñar numerosos
encargos, como miembro o consultor de 13 organismos de la Santa Sede.
Participó activamente en el Concilio Vaticano II. Juan XXIII le
nombró consultor de la Sagrada Congregación del Concilio (1959-66). En
las etapas previas al Vaticano II, fue presidente de la Comisión para el
Laicado. Ya en el curso del Concilio (1962-65) fue secretario de la
Comisión sobre la Disciplina del Clero y del Pueblo Cristiano. Terminado
este evento eclesial, Pablo VI le nombró consultor de la Comisión
postconciliar sobre los Obispos y el Régimen de las Diócesis (1966). Fue
también, durante muchos años, consultor de la Congregación para la
Doctrina de la Fe.
La vida de Álvaro del Portillo está estrechamente unida a la del
fundador. Permaneció siempre a su lado hasta el mismo momento de su
muerte, el 26 de junio de 1975, colaborando con san Josemaría en las
tareas de evangelización y de gobierno pastoral. Con él viajó a
numerosos países para disponer y orientar los diversos apostolados del
Opus Dei. Al advertir su presencia amable y discreta al lado de la
dinámica figura de Mons. Escrivá, me venía al pensamiento la modestia de
san José, escribirá a su muerte un agustino irlandés, el Padre John
O´Connor.
El 15 de septiembre de 1975, en el congreso general convocado tras el
fallecimiento del fundador, don Álvaro del Portillo fue elegido para
sucederle al frente del Opus Dei. El 28 de noviembre de 1982, cuando el
beato Juan Pablo II erigió el Opus Dei en prelatura personal, le designó
Prelado de la nueva prelatura. Ocho años después, el 7 de diciembre de
1990, le nombró obispo y, el 6 de enero de 1991, le confirió la
ordenación episcopal en la basílica de San Pedro.
A lo largo de los años en que estuvo al frente del Opus Dei, Mons.
Álvaro del Portillo promovió el comienzo de la actividad de la prelatura
en 20 nuevos países. En sus viajes pastorales, que le llevaron a los
cinco continentes, habló a miles de personas de amor a la Iglesia y al
Papa, y predicó con persuasiva simpatía el mensaje cristiano de san
Josemaría acerca de la santidad en la vida ordinaria.
Como Prelado del Opus Dei, Mons. Álvaro del Portillo estimuló la
puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales y educativas. El
Centre Hospitalier Monkole (Kinshasa, Congo), el Center for Industrial
Technology and Enterprise (CITE, en Cebú, Filipinas) y la Niger
Foundation (Enugu, Nigeria) son ejemplos de instituciones de desarrollo
social llevadas a cabo por fieles del Opus Dei, junto a otras personas,
bajo el impulso directo de monseñor del Portillo.
Asimismo, la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (desde 1985) y
el seminario internacional Sedes Sapientiae (desde 1990), ambos en Roma,
así como el Colegio Eclesiástico Internacional Bidasoa (Pamplona,
España), han formado para las diócesis a miles de candidatos al
sacerdocio enviados por obispos de todo el mundo. Son una muestra de la
preocupación de monseñor del Portillo por el papel del sacerdote en el
mundo actual, tema al que dedicó buena parte de sus energías, como se
puso de manifiesto en los años del Concilio Vaticano II. El sacerdocio
no es una carrera escribió en 1986 sino una entrega generosa, plena,
sin cálculos ni limitaciones, para ser sembradores de paz y de alegría
en el mundo, y para abrir las puertas del Cielo a quienes se beneficien
de ese servicio y ministerio.
Mons. Álvaro del Portillo falleció en Roma en la madrugada del 23 de
marzo de 1994, pocas horas después de regresar de una peregrinación a
Tierra Santa. La víspera, el 22 de marzo, había celebrado su última misa
en la iglesia del Cenáculo de Jerusalén.
Álvaro del Portillo es autor de publicaciones sobre materias
teológicas, canónicas y pastorales: Fieles y laicos en la Iglesia
(1969), Escritos sobre el sacerdocio (1970) y numerosos textos
dispersos, gran parte de ellos recogidos póstumamente en el volumen
Rendere amabile la Verità. Raccolta di scritti di Mons. Álvaro del
Portillo, publicado en 1995 por la Libreria Editrice Vaticana. En 1992
se publicó el volumen Intervista sul Fondatore dell´Opus Dei, fruto de
sus conversaciones con el periodista italiano Cesare Cavalleri, sobre la
figura de san Josemaría Escrivá, que ha sido traducido a varias
lenguas.
Tras su muerte en 1994, miles de personas han testimoniado por
escrito su recuerdo de monseñor Álvaro del Portillo: su bondad, el calor
de su sonrisa, su humildad, su audacia sobrenatural, la paz interior
que su palabra les comunicaba.
Artículo originalmente publicado por evangeliodeldia.org
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