Hay un viejo dicho, que se remonta al menos a san Francisco de Sales, que aconseja que a ciertos santos hay que admirarlos pero no imitarlos. No alentamos a las mujeres hermosas a que se froten la cara con lejía al estilo de Rosa de Lima, por ejemplo, ni tampoco a que los misioneros se marquen un Francisco de Asís y se planten ante los líderes hostiles musulmanes con la esperanza de convertirles o ser martirizados.

Es importante tener esto en mente cuando hablamos sobre la beata Isabel Canori Mora, una santa cuya vida puede aportar esperanza a mujeres (y hombres) que sufren en matrimonios rotos, infieles y abusivos.
Nacida en Roma en 1774, la aristócrata Isabel se casó felizmente con Cristóbal Mora. Él sentía predilección por ella y tenía un placer especial en presumir de ella ante sus amigos.

Sin embargo, su orgullo pronto se convirtió en celos e intentó limitar el contacto de ella con el mundo exterior. No pasó mucho tiempo antes de que creciera en él el desinterés y empezara a buscar satisfacciones en otros lugares.

Este abogado apuesto y exitoso se convirtió rápidamente en un jugador empedernido y un bebedor lujurioso. Iba de amante en amante mientras se burlaba de su mujer por su piedad. Ya que los excesos de su marido empobrecían a la familia, Isabel vendió sus joyas e incluso su vestido de boda para alimentar a sus dos hijas.

Mientras tanto, Cristóbal se volvía cada vez más violento. Durante un tiempo, abandonó a su familia por completo y dejó sola a Isabel para mantener a sus dos hijas. Con el tiempo regresó, pero su comportamiento no había cambiado. Sin embargo Isabel seguía rezando y amando a su marido heroicamente a pesar de su completa falta de mérito.

Durante años, Isabel amó a su marido y rezó por él, aunque él nunca mereció la esposa que tenía. Entre eso y la crianza de los hijos, Isabel también sacó tiempo para trabajar como costurera, para cuidar de los enfermos y atender a los pobres. Vivió con la esperanza de que su amor condujera a su marido a la conversión. Su esperanza era tan poderosa que una vez le dijo: “Podrá parecer increíble, pero algún día ¡celebrarás misa por mí!”.

A los ojos del mundo de entonces y de ahora, Isabel fue una mujer maltratada que vivía en un engaño. Y aun así, su amor y santidad crecieron hasta las calles de Roma y hacia las profundidades de su corazón. Tuvo visiones y pronunció profecías, al tiempo que visitaba a los enfermos y aconsejaba a parejas casadas.

Como religiosa terciaria trinitaria, Isabel no se retiraría del mundo. En vez de eso escogió predicar con su amor, diciendo: “Nadie puede salvarse solo y Dios ha confiado a cada uno de nosotros la responsabilidad de la salvación de los demás para llevar a cabo su proyecto de amor”.

Con el tiempo, hasta el duro corazón de Cristóbal empezó a reblandecerse. Cuando una exhausta y débil Isabel se acercaba a su muerte a la edad de 50 años, su marido pasaba más tiempo con ella de lo que había hecho en años.

No obstante, a Isabel todavía le quedaba un último aliento para sufrir: la noche de su muerte, Cristóbal estaba fuera con su amante. Al volver a casa y encontrar a su esposa muerta, se sumió en el dolor y el remordimiento. Se arrepintió de sus pecados y terminó entrando en la orden franciscana y ordenándose sacerdote.

Aunque la santidad de la vida de Isabel no hubiera estado clara debido a sus obras de caridad y su espíritu contemplativo, la milagrosa conversión de su marido habría sido prueba suficiente para proclamar su santidad al mundo.

 Separados en vida por el pecado y el egoísmo, Isabel y Cristóbal se unieron finalmente en Cristo.
El testimonio de Isabel Mora no es un llama
miento a permanecer en una relación abusiva. Su modelo es menos el de cómo vivir y más el de cómo amar. Hay miles de católicas fieles cuyos corazones han quedado rotos por unos cónyuges abusivos e infieles.

En casos de abuso, adicción o adulterio, la Iglesia permite separarse a los esposos, pero la obligación de amar a un cónyuge y trabajar por su conversión y salvación sigue vigente.

Isabel Canori Mora es un poderoso ejemplo de amor que transforma a una víctima en una superviviente. Es un modelo de santidad vivida durante mucho después de que el final feliz se amargue. Es testimonio de una oración incesante por la conversión de un ser querido. Su decisión de permanecer con Cristóbal puede que no sea una a imitar, pero su entrega y su amor son sin duda dignos de admiración.

Rezamos por la reconciliación entre los cónyuges, por los cónyuges abandonados y víctimas de abuso, y por los maridos y esposas que viven en amor radical para la santificación del otro.

Si tu matrimonio se parece al de Isabel Mora, debes saber que no estás sola (o solo). Dios te ve y te ama y en tu dolor te acercará a Él y te llenará de santidad si lo permites. Beata Isabel Canori Mora, ¡reza por nosotros!
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