¿Te cuesta acceder al mundo interior cuando te pones a orar? No
tires la toalla por falta de concentración o desgana. Conoce lo que te
está entorpeciendo y lo que puede ayudarte a lograr conectar con Dios.
Una posible causa del problema es estés usando un modelo de oración que no te sirve a ti en este momento.
Seguramente la persona a través de la cual conociste a Dios te
transmitió su experiencia de fe con su propia manera de rezar. Pero cada
uno tiene su propia manera de relacionarse y la comunicación con Dios
se va profundizando según la propia particularidad; lo que en un momento
sirvió puede que ya no te resulte útil.
En un post publicado por los jesuitas de Argentina y Uruguay, Emmanuel Sicre anima a preguntarse “qué es orar para mí en este momento de mi vida, y no tanto responder a un concepto previo de lo que es la oración cristiana”.
Esto no significa despreciar tantas buenas recomendaciones para la
oración, especialmente de “grandes orantes de la historia de fe”, sino
simplemente evitar poner en el centro la perseverancia de nuestra
voluntad en lugar de la confianza en el Espíritu Santo.
Que queramos comunicarnos con Dios es importante, pero no es lo central, porque “la oración no la “hacemos” nosotros sino que es Dios quien ora y hace en nosotros”. Nosotros debemos “prepararLe el terreno”.
¿Y cómo disponernos a lo que Él está obrando en nosotros? También
aquí cada uno debe estar atento a su receptividad, aunque hay cosas
comunes que suelen ayudar: puede que te inspiren más las imágenes, o la
naturaleza, las conversaciones profundas, la lectura espiritual, la
música, los lugares sagrados, el silencio,…
Tus hábitos
también puede ayudarte o perjudicarte. Por poner un ejemplo, si miras
el celular cada tres minutos durante el día, quizás te cueste más
concentrarte en el momento que has reservado por la noche para la
oración. Y si has ido a un monasterio a hacer un retiro, seguramente te
resultará más fácil conectar cuando te pongas a orar.
Esa “conexión” es también un regalo, un don. ¿Por qué no se lo pides directamente a Dios? “Déjame encontrarte, percibirte”…
Al mismo tiempo, hay que ser consciente de que el Demonio hará todo
lo posible para que abandones la oración. Según Sicre, “su estrategia de
separación regularmente va de afuera hacia adentro, de los detalles al
núcleo, de la superficie al deseo. Funciona como una especie de “cáncer
espiritual”. (···) Lo que hace el Mal Espíritu es atacar nuestra voluntad y no la de Dios que es darnos vida“.
El sacerdote advierte que “es probable que nos aleje polarizando
nuestras intenciones: si vivimos la oración como una experiencia más
bien gratuita de comunicación con Dios, el Mal Espíritu nos cuestiona la
productividad del tiempo de oración, si entendemos que la oración es
una experiencia afectiva del amor de Dios, el Mal Espíritu hará lo
imposible para hacerla exclusivamente racional…”.
En este sentido, invita a cada uno a “identificar cuál es el engaño
que el Mal Espíritu pone en su camino de búsqueda de Dios en la oración.
Lo importante es detectar cuál es mi intención para saber que la
polarizará o exagerará hasta sacarnos de ella”.
Confía en el Espíritu Santo, más que en tu voluntad de oración y da “el salto que nos lleva a ser parte del misterio”.
“Si no comprendemos que Dios habita nuestra realidad cotidiana en
cada persona con la que nos encontramos, en cada trabajo que realizamos,
en cada cosa que vemos, sentimos, olemos, gustamos, oímos, en cada
parte de nuestro cuerpo, en el descanso, en los sueños, en cada cosa que
no comprendemos, en cada cruz propia o ajena, en cada último rincón de
lo humano -explica Sicre-, no podremos confiar en que Él nos lleva a
nosotros y no nosotros a Él”.
Aleteia