El decaimiento de la Fe en la Iglesia, ¿No deriva de la débil comunión dentro de ella, sobre todo en el ministerio de la predicación y de la reconciliación?

«Cristo es el crismado por excelencia cuya crismación se realizó en la gloria del Padre cuando el Espíritu Santo se infundió sobre Él con toda plenitud. Por eso dirá: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Quiero fijarme en dos realidades atribuidas a la acción del Espíritu Santo: la comunión eclesial y la
alegría. La comunión eclesial era una realidad al comienzo de la predicación evangélica: “El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hech 4,32). Cabe preguntarnos si el decaimiento de la fe en la Iglesia no deriva hoy de la débil comunión dentro de ella. Me refiero especialmente a la comunión de pensamiento y acción sobre todo en el ministerio de la predicación y de la Reconciliación. En el predicador y en el confesor es siempre la Iglesia la que habla.
La otra realidad es la alegría: La unción del Espíritu santo saca del alma la tristeza mundana y da la alegría que no es la que ofrece el mundo. Aquella puede ir unida al sufrimiento pero el Señor nos capacita para sufrir y permanecer interiormente gozosos. La alegría del sacerdote es simiente de fe, de amor a la Iglesia y de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada y debe transmitirla a los demás
».
(MONS. JULIÁN BARRIO BARRIO, de la Homilía en la Misa Crismal, 22 -3-2016)
Boletín de la Delegación para el clero
del Arzobispado de Santiago de Compostela -Marzo 2016-
Jubileo extraordinario de la Misericordia

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