Publicamos a continuación unos fragmentos de la conferencia inaugural del curso académico 2015/16 en el Instituto Teológico Compostelano y en el Instituto Superior Compostelano de Ciencias Religiosas, pronunciada por el profesor Andrés Fernández Farto. El título de la interesante conferencia era “Los Padres de la Iglesia y su aportación a la construcción cultural y espiritual de Europa”. Al término de su intervención, el conferenciante recibió las felicitaciones del arzobispo compostelano, monseñor Julián Barrio, quien apuntó además la idea de invitar a los eurodiputados españoles a hacer el Camino de Santiago.
Estos son algunos fragmentos de la conferencia del profesor Andrés Fernández Farto.

1. Ante la pregunta de cuál es el legado que los Padres de la Iglesia dejaron a los hombres, hay que destacar diferentes ámbitos: el ámbito religioso, el ámbito cultural y el ámbito de la polis o de la civitas, además de las relaciones de cada uno de ellos con el resto. Ciertamente ellos son, en primer lugar, testigos privilegiados de la única Tradición de la fe cristiana.

2. Los Padres son también exégetas de la Sagrada Escritura. En los últimos tiempos, la exégesis bíblica moderna (me refiero sobre todo a la exégesis occidental), empleando sofisticados instrumentos de orden filológico, histórico, antropológico-cultural y terminológico (entre otros) en una parte de sus representantes, ha querido restar valor a los comentarios patrísticos por considerarlos muy simples y sustancialmente inútiles en la pretensión de conocer el texto bíblico en profundidad.

Se debe observar que la Biblia no se agota con el conocimiento histórico-crítico, sino que exige que se abra a otras dimensiones. Cuando los autores antiguos se definen como «intérpretes de la Palabra» o «comentaristas de los libros sagrados» pretenden resaltar que para ellos la Biblia es el libro de la vida, es el camino que los lleva a la comunión con Dios.

3. En primer lugar, su trabajo dio lugar al encuentro de los datos de la Revelación con la razón humana: examinaron con diligencia, comprendieron con mayor profundidad, expresaron con clarividencia y predicaron con insistencia las verdades reveladas que conciernen a la Trinidad, al Verbo encarnado, la Iglesia, el hombre, las realidades últimas… En este sentido, también los que han propuesto y sostenido doctrinas declaradas posteriormente erróneas por la Iglesia, han cumplido en el seno de esta una función decisiva de estímulo y aclaración.
Todo lo que los Padres han perseguido en su mayoría entra dentro del contexto cultural y lingüístico greco-romano, a través del uso de sus categorías de pensamiento. A partir del núcleo esencial de la verdad revelada, juzgaron la sabiduría humana y supieron distinguir lo verdadero de lo falso a través de un doble camino: recogieron lo que, en conformidad, habían formulado los Antiguos y refutaron lo que amenazaba con reducir la fe a las categorías aceptadas por la racionalidad griega. En otras palabras, fueron plenamente conscientes de la originalidad judeo-cristiana, del sentido de misterio y, por tanto, de la necesidad de cultivar el discernimiento y de avanzar en la purificación de la fe. Para ellos, si la pregunta qué es Dios permanece oculta e inaccesible al hombre, la existencia de Dios y su modo de existir están abiertos a la participación del hombre.

4. La historia nos enseña que una cultura muere cuando se desarraiga de la interioridad que la hizo nacer; una civilización se extingue cuando olvida su origen o cuando reniega de él. No hay duda de que, hoy en día, nosotros estamos asistiendo, a pesar de todo, a un desarraigo formidable de leyes, tradiciones y costumbres. Por este motivo, se debe realizar, desde mi punto de vista, un viaje en la memoria: solo así, lo que ha permanecido vivo desde el pasado puede contribuir a la construcción de un futuro más humanamente vivible.

5. Hay que seguir las huellas de los Padres de la Iglesia de Oriente y Occidente que, aunque en formas y circunstancias diversas, trasvasaron su experiencia de Dios en las categorías de la cultura de los mundos en los que vivieron. Advirtieron las consecuencias sociales que las grandes realidades reveladas trajeron consigo; eran conscientes de que la verdad no se alcanza con tesis teóricas, sino con una forma de vida que lleva a una relación vital con Dios y con los demás, una forma de vida que transforma la globalidad de la existencia humana de supervivencia individualista a acontecimiento en comunión.
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