“La festividad de Pentecostés nos debe servir para crecer en la con­ciencia de la eficacia de la acción del Espíritu Santo sobre cada uno de nosotros”. Nos lo recuerdan los Obispos con motivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, que se celebra este próximo domingo 8 de de junio, Festividad de Pentecostés.

En el mensaje elaborado por los Obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS), que preside Mons.  Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca, se reconoce como “el Espíritu Santo no solo nos acompaña y anima a ser verdaderos testigos de Jesucristo, sino que nos ayuda a comprender todo lo que el Señor nos quiere transmitir”.

En su escrito, que los Obispos de la CEAS anuncian con “La Christifideles laici a la luz
de la Evangelii gaudium“, reconocen que estamos “ante uno de los grandes retos que tiene la Iglesia en este momento. Es cierto que ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Pero, como recuerda el papa Francisco, esta toma de conciencia es todavía desigual.”

Los Obispos de la CEAS reconocen en su texto que “estos retos se vienen planteando en la Iglesia, de un modo significa­tivo, desde el Concilio Vaticano II convocado por san Juan XXIII. Y se vieron sistemáticamente abordados en la exhortación apostólica de san Juan Pablo II Christifideles laici”, de la que recuerdan se han cumplido 25 años de su publicación.

Particularmente por su trasfondo pastoral que no ha perdido vigencia, de la exhortación reparan y señalan una de sus reflexiones introductorias: «Los laicos son llamados por Jesús para trabajar en su viña construyendo el reino de Dios en este mundo, tomando parte activa, consciente y responsable en la misión de la Iglesia en esta hora dramática de la historia, ante la llegada inminente del ter­cer milenio». Reconociendo a continuación que esta “lla­mada hecha a los laicos a finales de los años ochenta se hace cada vez más intensa y necesaria en los primeros años de este tercer milenio que estamos estrenando”.

En este sentido, los Obispos describen un laicado “comprometido con las personas que están más necesitadas, estando especialmente cercanos a ellas, en estos tiempos de crisis y dificultades”.

Mensaje de los obispos de la Comisión episcopal de apostolado seglar (CEAS) 
con motivo del DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR
Solemnidad de Pentecostés, 8 de junio de 2014

El Espíritu Santo es el verdadero protagonista de la solemnidad de Pentecostés. Su presencia y acción sobre cada uno de nosotros es decisiva para la vida de la Iglesia. Jesús había prometido a sus dis­cípulos la venida del Espíritu Santo y en Pentecostés se cumple su promesa. A partir de ese momento ya nada fue como antes. Aque­llos que habían acompañado a Jesús se convierten a partir de en­tonces en verdaderos Apóstoles, audaces testigos de la Palabra y de la Resurrección de Jesús. La fe comenzó a difundirse e irradiarse a través de hombres y mujeres que actuaban bajo la acción del Es­píritu Santo. No puede comprenderse, por lo tanto, la transmisión de la fe cristiana sin esta acción directa del Espíritu de Dios desde el comienzo de la vida de la Iglesia. El Espíritu Santo no solo nos acompaña y anima a ser verdaderos testigos de Jesucristo, sino que nos ayuda a comprender todo lo que el Señor nos quiere transmitir.

La festividad de Pentecostés nos debe servir para crecer en la con­ciencia de la eficacia de la acción del Espíritu Santo sobre cada uno de nosotros y a convertirnos, en expresión del papa Francisco, en evangelizadores con Espíritu: «Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Após­toles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evan­gelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores ue anuncien la Buena Noticia no solo con palabras, sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios»1.

Esos evangelizadores con Espíritu son, en algunas ocasiones, una gozosa realidad y los descubrimos en los laicos de nuestras dióce­sis, de nuestras parroquias, de nuestros movimientos y asociacio­nes, que a través de su entrega generosa y comprometida muestran la fuerza misionera de la Iglesia. Los obispos españoles damos gra­cias a Dios, en este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, por todos ellos y por los frutos de su apostolado.

En otras ocasiones, los evangelizadores con Espíritu se convierten en una meta a alcanzar no exenta de dificultades, también en el tra­bajo de los laicos y con los laicos. Esas dificultades las relata tam­bién el papa cuando habla de las tentaciones del evangelizador y al culminar ese interpelante capítulo plantea en sus últimos puntos el tema de los laicos, y lo hace como un desafío: «Ha crecido la concien­cia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe. Pero la toma de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del bautismo y de la confirma­ción no se manifiesta de la misma manera en todas partes. (…) La formación de laicos y la evangelización de los grupos profesionales e intelectuales constituyen un desafío pastoral importante»2.

Estamos pues ante uno de los grandes retos que tiene la Iglesia en este momento. Es cierto que ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia. Pero, como recuerda el papa Francisco, esta toma de conciencia es todavía desigual y, en muchas ocasiones, deficiente, también en nuestras diócesis, en nuestros laicos y en nues­tros movimientos y asociaciones. El papa denuncia la falta de forma­ción de nuestros seglares, su falta de implicación en la evangelización y en la trasformación de la realidad social y en la toma de conciencia respecto a la responsabilidad laical que surge del bautismo.

Estos retos se vienen planteando en la Iglesia, de un modo significa­tivo, desde el Concilio Vaticano II convocado por san Juan XXIII. Y se vieron sistemáticamente abordados en la exhortación apostólica de san Juan Pablo II Christifideles laici. Como dice la propia exhortación en su introducción, «los laicos son llamados por Jesús para trabajar en su viña construyendo el reino de Dios en este mundo, tomando parte activa, consciente y responsable en la misión de la Iglesia en esta hora dramática de la historia, ante la llegada inminente del ter­cer milenio»3. Esta frase no ha perdido vigencia. Al contrario, la lla­mada hecha a los laicos a finales de los años ochenta se hace cada vez más intensa y necesaria en los primeros años de este tercer milenio que estamos estrenando. Es necesaria la articulación de un laicado maduro, formado, corresponsable, en actitud misionera y con capa­cidad evangelizadora que posibilite una adecuada penetración del Evangelio en la sociedad actual. Un laicado que tenga capacidad de encarnarse en la multitud de situaciones en las que hoy en día es ne­cesario y posible anunciar a Jesucristo y su mensaje, comprometido con las personas que están más necesitadas, estando especialmente cercanos a ellas, en estos tiempos de crisis y dificultades.

El desarrollo de la Christifideles laici nos exhorta a descubrir aspec­tos de vital importancia de la vida de los laicos en las distintas par­tes del documento: nos apremia a valorar la dignidad de los fieles laicos en la Iglesia–misterio; nos ayuda a redescubrir el valor de la participación de los fieles laicos en la vida de la Iglesia–comunión; nos mueve a ahondar en la corresponsabilidad de los fieles laicos en la Iglesia–misión y la concreción de la acción evangelizadora por parte de todos los bautizados; y finalmente nos adentra en la im­portancia de la formación de los fieles laicos. Todo ello sin duda nos va a facilitar el conseguir auténticos evangelizadores con Espíritu en nuestras comunidades, parroquias y asociaciones, como nos re­clama el papa Francisco.

En este día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar os anima­mos a recuperar estos aspectos fundamentales de la Christifideles laici, de la que en este año se han cumplido los 25 años de su publi­cación. Para algunos puede ser un descubrimiento de este crucial documento de san Juan Pablo II sobre los laicos. Para otros puede ser una renovación o actualización de lo que hoy supone la voca­ción y la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Pero para todos debe suponer una reflexión profunda que debe animarnos a obispos, sacerdotes, religiosos y laicos a trabajar unidos en el im­pulso del laicado en las parroquias y diócesis.

Juan Pablo II, al terminar su exhortación, nos decía: «Una grande, comprometedora y magnífica empresa ha sido confiada a la Igle­sia: la de una nueva evangelización, de la que el mundo actual tiene una gran necesidad. Los fieles laicos han de sentirse parte viva y responsable de esta empresa, llamados como están a anunciar y a vivir el Evangelio en el servicio a los valores y a las exigencias de las personas y de la sociedad»4. Pedimos al Espíritu Santo, en la Solem­nidad de Pentecostés, que nos dé fortaleza, sabiduría, creatividad y audacia para adentrarnos en esta nueva etapa evangelizadora, que nos lleve a encontrar caminos para anunciar el Evangelio al hombre de hoy.

+ Javier Salinas Viñals, Obispo de Mallorca. Presidente
+ Mario Iceta Gavicagogeascoa, Obispo de Bilbao. Vicepresidente
+ Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares
+ Carlos Manuel Escribano Subías, Obispo de Teruel y Albarracín
+ Antonio Algora Hernando, Obispo de Ciudad Real
+ Francisco Cases Andreu, Obispo de Canarias
+ Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos
+ Xavier Novell Gomà, Obispo de Solsona
+ José Mazuelos Pérez, Obispo de Jerez de la Frontera
+ Ángel Rubio Castro, Obispo de Segovia
+ Gerardo Melgar Viciosa, Obispo de Osma-Soria
+ Juan Antonio Aznárez Cobo, Obispo Auxiliar de Pamplona y Tudela

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