La plaza de San Pedro está rodeada de santos. Pero sin duda la imagen más importante es la de la Virgen María situada en el Palacio Apostólico. Juan Pablo II quiso que se colocara ahí.

P. SLAWOMIR ODER
Postulador, Juan Pablo II
"El Papa Francisco hablando de Juan Pablo II ha dicho que en muchas circunstancias le ha sorprendido su piedad, su sentido de oración, sobre todo su relación con María, su devoción mariana”.

La devoción de Juan Pablo II por la Virgen viene desde su infancia. Era especial hacia la Virgen de Czestochowa, en Polonia. Cuando fue elegido como Papa en 1978, esa devoción aumentó aún más.

En su escudo papal se distingue una gran "M” que simboliza a la Virgen. Su lema apostólico es "Totus tuus”, "Todo tuyo”, un signo de su consagración personal a la Virgen María.

Siete días después de su elección, Juan Pablo II visitó el santuario mariano de Mentorella, a las afueras de Roma. Fue la primera de muchas visitas a santuarios marianos de todo el mundo.

En los años siguientes, visitó santuarios como el de Fátima en Portugal, Aparecida en Brasil, o Lourdes, en Francia, en su último viaje apostólico.

En su pontificado, Juan Pablo II confió el mundo a la protección de la Virgen en tres ocasiones. La primera fue en Santa María la Mayor, en Roma. Un año después lo hizo en el santuario de Fátima, en Portugal. La tercera vez fue en 1984, en la plaza de San Pedro.

En el Jubileo del año 2000 también confió el nuevo milenio al Inmaculado Corazón de María.

Pero la mayor demostración de su gran devoción por la Virgen fue la encíclica Redemptoris Mater, escrita en 1987. En ella explica el papel de la Virgen como Madre de la Iglesia y como intercesora.

La carta apostólica Rosarium Virginis Mariae fue uno de sus últimos textos. Habla del poder del Rosario y de la importancia de la Virgen en el Evangelio. También sobre cómo Ella es capaz de acercar a las personas a Dios.

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