"Hemos de pedir a nuestro Señor que nos escriba en nuestros corazones a Jesucristo crucificado, "ut glorificetur nomen tuum, Iesu" ("para que sea glorificado tu nombre, Jesús") (cf. Sal 85,9.12; Mt 6,9, etc. ¡Qué desagradecidos son los hijos de Adán a los beneficios que les hacen!, que, cierto merecen nombre de ingratos, y principalmente por el olvido que tienen de nuestro Señor Jesucristo. San Pablo, de amor que tenía, no hacía sino nombrarlo mucho. A un mártir se lo hallaron escrito en el corazón. De no tratar a Jesucristo hay tanta sequedad y miseria. Ésta es la piedra de donde, hiriendo, el predicador ha de sacar agua, como dice San Pablo, y el pedernal que, hiriéndolo, sacan fuego para encender los corazones. Ezequiel: "Ut adamantem et silicem dedi faciem tuam" ("Haré tu rostro duro como el pedernal") (cf. Ez 3, 9). Porque sin Cristo no se inflaman los corazones ni se vuelven a nuestro Señor; y así es la empresa de predicadores "portare nomen Domini Iesu et divitias illius evangelizare" ("LLevar el nombre del Señor Jesús a todos y proclamar sus riquezas") (cf. Hch 9, 15; Ef 3, 8)".
San Juan de Ávila. Pláticas: 4. A los Padres de la Compañía, 1