El lema del Día del Seminario en este año –Pasión por el Evangelio– pone de relieve la centralidad del Evangelio en la vocación sacerdotal. Todo proyecto de vida cristiana está, en realidad, animado por esta «buena noticia» que fecunda el corazón del hombre que la acoge y se verifica en el seguimiento de Jesús.
La propuesta de este lema en este momento no parece casual. Dos relevantes acontecimientos ofrecen el horizonte que permite vislumbrar el sentido de este lema: la creación del Dicasterio para la Nueva Evangelización y la celebración próxima del Sínodo para la Nueva Evangelización.
Ambos eventos expresan la conciencia de que el anuncio del Evangelio constituye el núcleo de la misión de la Iglesia y de que el Evangelio debe ser urgentemente proclamado, sobre todo en aquellas tierras y culturas que una vez estuvieron impregnadas por él y que, con el paso del tiempo, han decaído en vitalidad y entusiasmo.

La celebración del Día del Seminario puede ser una ocasión estupenda para que la comunidad cristiana –sacerdotes, consagrados y laicos– reflexione sobre la identidad y la misión del sacerdote en este contexto marcado por la secularización y la indiferencia religiosa. Es aquí donde se percibe la urgencia de una nueva evangelización que invita a un «aggiornamento» de las formas y prioridades en el ejercicio del ministerio presbiteral. Las notas fundamentales que definen el sacerdocio permanecen, no cambian; pero sí lo hacen los contextos en que se desarrolla la vida de la Iglesia, y eso conlleva una valoración diversa de las funciones del sacerdocio en cada momento y lugar.
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