San Pío de Pietrelcina
En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que podemos considerarle "otro Cristo"
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que San Pablo apóstol, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la graciaque Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que podemos considerarle "otro Cristo"
Padre Pío de Pietrelcina, al igual que San Pablo apóstol, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 19). Derramó sin parar los tesoros de la graciaque Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrado una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales.
Este dignísimo seguidor de San Francisco de Asís nació el 25 de mayo
de 1887 en Pietrelcina, archidiócesis de Benevento, hijo de Grazio
Forgione y de María Giuseppa De Nunzio. Fue bautizado al día siguiente
recibiendo el nombre de Francisco. A los 12 años recibió el Sacramento
de la Confirmación y la Primera Comunión.
El 6 de enero de 1903, cuando contaba 16 años, entró en el noviciado
de la orden de los Frailes Menores Capuchinos en Morcone, donde el 22
del mismo mes vistió el hábito franciscano y recibió el nombre de Fray
Pío. Acabado el año de noviciado, emitió la profesión de los votos
simples y el 27 de enero de 1907 la profesión solemne.
Después de la ordenación sacerdotal, recibida el 10 de agosto de 1910
en Benevento, por motivos de salud permaneció en su familia hasta 1916.
En septiembre del mismo año fue enviado al Convento de San Giovanni
Rotondo y permaneció allí hasta su muerte.
Enardecido por el amor a Dios y al prójimo, Padre Pío vivió en
plenitud la vocación de colaborar en la redención del hombre, según la
misión especial que caracterizó toda su vida y que llevó a cabo mediante
la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación sacramental de
los penitentes y la celebración de la Eucaristía. El momento cumbre de
su actividad apostólica era aquél en el que celebraba la Santa Misa. Los
fieles que participaban en la misma percibían la altura y profundidad
de su espiritualidad.
En el orden de la caridad social se comprometió en aliviar los
dolores y las miserias de tantas familias, especialmente con la
fundación de la “Casa del Alivio del Sufrimiento”, inaugurada el 5de
mayo de 1956.
Para el Padre Pío la fe era la vida: quería y hacía todo a la luz de
la fe. Estuvo dedicado asiduamente a la oración. Pasaba el día y gran
parte de la noche en coloquio con Dios. Decía: “En los libros buscamos a
Dios, en la oración lo encontramos. La oración es la llave que abre el
corazón de Dios”. La fe lo llevó siempre a la aceptación de la voluntad
misteriosa de Dios.
Estuvo siempre inmerso en las realidades sobrenaturales. No era
solamente el hombre de la esperanza y de la confianza total en Dios,
sino que infundía, con las palabras y el ejemplo, estas virtudes en
todos aquellos que se le acercaban.
El amor de Dios le llenaba totalmente, colmando todas sus esperanzas;
la caridad era el principio inspirador de su jornada: amar a Dios y
hacerlo amar. Su preocupación particular: crecer y hacer crecer en la
caridad.
Expresó el máximo de su caridad hacia el prójimo acogiendo, por más
de 50 años, a muchísimas personas que acudían a su ministerio y a su
confesionario, recibiendo su consejo y su consuelo. Era como un asedio:
lo buscaban en la iglesia, en la sacristía y en el convento. Y él se
daba a todos, haciendo renacer la fe, distribuyendo la gracia y llevando
luz. Pero especialmente en los pobres, en quienes sufrían y en los
enfermos, él veía la imagen de Cristo y se entregaba especialmente a
ellos.
Ejerció de modo ejemplar la virtud de la prudencia, obraba y aconsejaba a la luz de Dios.
Su preocupación era la gloria de Dios y el bien de las almas. Trató a todos con justicia, con lealtad y gran respeto.
Brilló en él la luz de la fortaleza. Comprendió bien pronto que su
camino era el de la Cruz y lo aceptó inmediatamente con valor y por
amor. Experimentó durante muchos años los sufrimientos del alma. Durante
años soportó los dolores de sus llagas con admirable serenidad.
Cuando tuvo que sufrir investigaciones y restricciones en su servicio
sacerdotal, todo lo aceptó con profunda humildad y resignación. Ante
acusaciones injustificadas y calumnias, siempre calló confiando en el
juicio de Dios, de sus directores espírituales y de la propia
conciencia.
Recurrió habitualmente a la mortificación para conseguir la virtud de
la templanza, de acuerdo con el estilo franciscano. Era templado en la
mentalidad y en el modo de vivir.
Consciente de los compromisos adquiridos con la vida consagrada,
observó con generosidad los votos profesados. Obedecióen todo las
órdenes de sus superiores, incluso cuando eran difíciles. Su obediencia
era sobrenatural en la intención, universal en la extensión e integral
en su realización. Vivió el espíritu de pobreza con total
desprendimiento de sí mismo, de los bienes terrenos, de las comodidades y
de los honores. Tuvo siempre una gran predilección por la virtud de la
castidad. Su comportamiento fue modesto en todas partes y con todos.
Se consideraba sinceramente inútil, indigno de los dones de Dios,
lleno de miserias y a la vez de favores divinos. En medio a tanta
admiración del mundo, repetía: “Quiero ser sólo un pobre fraile que
reza”.
Su salud, desde la juventud, no fue muy robusta y, especialmente en
los últimos años de su vida, empeoró rápidamente. La hermana muerte lo
sorprendió preparado y sereno el 23 de septiembre de 1968, a los 81 años
de edad. Sus funerales se caracterizaron por una extraordinaria
concurrencia de personas.
El 20 de febrero de 1971, apenas tres años después de su muerte,
Pablo VI, dirigiéndose a los Superiores de la orden Capuchina, dijo de
él: “¡Mirad qué fama ha tenido, qué clientela mundial ha reunido en
torno a sí! Pero, ¿por qué? ¿Tal vez porque era un filósofo? ¿Porqué era
un sabio? ¿Porqué tenía medios a su disposición? Porque celebraba la
Misa con humildad, confesaba desde la mañana a la noche, y era, es
difícil decirlo, un representante visible de las llagas de Nuestro
Señor. Era un hombre de oración y de sufrimiento”.
Ya durante su vida gozó de notable fama de santidad, debida a sus
virtudes, a su espíritu de oración, de sacrificio y de entrega total al
bien de las almas.
En los años siguientes a su muerte, la fama de santidad y de
mila-gros creció constantemente, llegando a ser un fenómeno eclesial
extendido por todo el mundo y en toda clase de personas.
De este modo, Dios manifestaba a la Iglesia su voluntad de glorificar
en la tierra a su Siervo fiel. No pasó mucho tiempo hasta que la Orden
de los Frailes Menores Capuchinos realizó los pasos previstos por la ley
canónica para iniciar la causa de beatificación y canonización.
Examinadas todas las circunstancias, la Santa Sede, a tenor del Motu
Proprio “Sanctitas Clarior” concedió el nulla osta el 29 de noviembre de
1982. El Arzobispo de Manfredonia pudo así proceder a la introducción
de la Causa y a la celebración del proceso de conocimiento (1983-1990).
El 7 de diciembre de 1990 la Congregación para las Causas de los Santos
reconoció la validez jurídica. Acabada la Positio, se discutió, como es
costumbre, si el Siervo de Dios había ejercitado las virtudes en grado
heroico. El 13 de junio de 1997 tuvo lugar el Congreso peculiar de
Consultores teólogos con resultado positivo. En la Sesión ordinaria del
21 de octubre siguiente, siendo ponente de la Causa Mons. Andrea María
Erba, Obispo de Velletri-Segni, los Padres Cardenales y obispos
reconocieron que el Padre Pío ejerció en grado heroico las virtudes
teologales, cardinales y las relacionadas con las mismas.
El 18 de diciembre de 1997, en presencia de Juan Pablo II, fue promulgado el Decreto sobre la heroicidad de las virtudes.
Para la beatificación del Padre Pío, la Postulación presentó al
Dicasterio competente la curación de la Señora Consiglia De Martino de
Salerno (Italia). Sobre este caso se celebró el preceptivo proceso
canónico ante el Tribunal Eclesiástico de la Archidiócesis de
Salerno-Campagna-Acerno de julio de 1996 a junio de 1997. El 30 de abril
de 1998 tuvo lugar, en la Congregación para las Causas de los Santos,
el examen de la Consulta Médica y, el 22 de junio del mismo año, el
Congreso peculiar de Consultores teólogos. El 20 de octubre siguiente,
en el Vaticano, se reunió la Congregación ordinaria de Cardenales y
obispos, miembros del Dicasterio y el 21 de diciembre de 1998 se
promulgó, en presencia de Juan Pablo II, el Decreto sobre el milagro.
El 2 de mayo de 1999 a lo largo de una solemne Concelebración
Eucarística en la plaza de San Pedro Su Santidad Juan Pablo II, con su
autoridad apostólica declaró Beato al Venerable Siervo de Dios Pío de
Pietrelcina, estableciendo el 23 de septiembre como fecha de su fiesta
litúrgica.
Para la canonización del Beato Pío de Pietrelcina, la Postulación ha
presentado al Dicasterio competente la curación del pequeño Mateo Pio
Colella de San Giovanni Rotondo. Sobre el caso se ha celebrado el
regular Proceso canónico ante el Tribunal eclesiástico de la
archidiócesis de Manfredonia‑Vieste del 11 de junio al 17 de octubre del
2000. El 23 de octubre siguiente la documentación se entregó en la
Congregación de las Causas de los Santos. El 22 de noviembre del 2001
tuvo lugar, en la Congregación de las Causas de los Santos, el examen
médico. El 11 de diciembre se celebró el Congreso Particular de los
Consultores Teólogos y el 18 del mismo mes la Sesión Ordinaria de
Cardenales y Obispos. El 20 de diciembre, en presencia de Juan Pablo II,
se ha promulgado el Decreto sobre el milagro y el 26 de febrero del
2002 se promulgó el Decreto sobre la canonización.
(Fuente: vatican.va)
Oración a San Pío de Pietrelcina, el Padre Pío
Bienaventurado P. Pío, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos "Un crucificado sin Cruz".
Bienaventurado P. Pío, testigo de fe y de amor. Admiramos tu vida como fraile Capuchino, como sacerdote y como testigo fiel de Cristo. El dolor marcó tu vida y te llamamos "Un crucificado sin Cruz".
El amor te llevó a preocuparte por los enfermos, a atraer a los
pecadores, a vivir profundamente el misterio de la Eucaristía y del
perdón.
Fuiste un poderoso intercesor ante Dios en tu vida, y sigues ahora en el cielo haciendo bien e intercediendo por nosotros.
Queremos contar con tu ayuda. Ruega por nosotros. Lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Artículo originalmente publicado por Santopedia
Aleteia