El obispo auxiliar de Santiago de Compostela, monseñor Jesús Fernández, bendijo hoy el Belén instalado en la Catedral compostelana. En la ceremonia estaba presente el deán, Segundo Pérez López, así como la directora xeral de Turismo de la Xunta de Galicia, Nava Castro. Al terminar el acto en la catedral, el obispo auxiliar se trasladó también a la Iglesia de San Martín Pinario, donde bendijó el Belén allí ubicado.
Ambos belenes son propiedad de la Catedral de Santiago, gracias a la colaboración de Turismo de Galicia. De grandes dimensiones, en torno a 50 m2 y más de 500 figuras, están situados en la nave central de los dos templos. El ubicado en la Catedral se define como de estilo popular, con numerosas escenas costumbristas, mientras que el de San Martín es de estilo napolitano, con figuras vestidas y, algunas de ellas, con movimiento.

Las palabras pronunciadas por el obispo auxiliar, monseñor Fernández, en la bendición fueron las siguientes:

“Bendecimos al Dios que se ha hecho pequeño. Adoramos al Dios que se ha hecho hombre. Y lo ha hecho movido a misericordia por nuestra esclavitud, por nuestro pecado. Nos lo venía anunciando desde antiguo por los profetas y llegó el momento. Le esperaban como agua de mayo los humildes y sencillos, le anhelaban los que sueñan cada día mirando al cielo.

Y, ahora, lo tenemos ante nosotros en imagen. No os engañe el verle pequeño, desnudo, recostado entre pajas, con unos animales por compañía. No os engañe. Es aquel que cambió la historia, el que ha sembrado la semilla de justicia, de amor y de paz en el mundo. Alabadle, adoradle con los ángeles y con toda la creación.

Junto a la alabanza, vaya también nuestro compromiso. El que usó la misericordia con nosotros, nos la reclama con el lenguaje de un niño desvalido. En él vemos hoy representados a tantos niños y personas de toda edad que a estas mismas horas están sufriendo la violencia de la guerra en Alepo o en otros lugares del mundo. Vemos a tantos y tantos seres humanos que se ven injustamente tratados en su vida laboral o en su vivir cotidiano, los que son objeto de mercancía, los perseguidos por su fe y sus creencias… El Belén se convierte así en un grito que clama justicia y dignidad para todos los seres humanos.

Aprovechamos también la ocasión para felicitar a los artistas que han plasmado el misterio y el contexto que lo envuelve. Con lenguaje de hoy, nos han narrado un acontecimiento perenne, un hecho de raíces bimilenarias. ¿Qué vendaval por fuerte que sea podrá tumbar este árbol? Resistirá las envestidas de las modas, del menosprecio, del olvido… Como nos recuerda el Papa Francisco en Evangelii Gaudium, la inculturación de la fe sigue siendo necesaria. Porque, efectivamente, una fe que no se hace cultura es débil y termina siendo irrelevante e incapaz de evangelizar. Loable es, pues, que sigamos poniendo belenes, cantando villancicos, bendiciendo la mesa… Y lo será, sobre todo, ejercitarnos en el compartir, acoger, sembrar justicia, vivir el Evangelio. Entonces, fijaos, el Niño sonreirá. Y se alegrarán todos los que le acompañamos, próxima ya la Navidad.
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