Con gran alegría, tras la conclusión del Año Santo de la Misericordia, el Papa Francisco acogió en la Sala Clementina del Palacio Apostólico del Vaticano – el último lunes de noviembre día 28– a los casi cuatrocientos organizadores y colaboradores de este Jubileo Extraordinario, para expresarles su agradecimiento personal por el gran trabajo que han desarrollado.

Comenzando por su saludo al arzobispo Rino Fisichella – Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización – de quien el Papa destacó que durante estos meses ha trabajado incansablemente, el Santo Padre  recordó que se ha tratado de un año “denso de iniciativas en toda la Iglesia”, donde se han podido ver y tocar con las manos los frutos de la misericordia de Dios. Y añadió:
“La mía había sido una simple intuición cuando expresé el deseo de un Jubileo de la Misericordia; en cambio, jamás habría pensado que el Señor hiciera que se convirtiera en una realidad y que, sobre todo, se pudiera celebrar con tanta fe y alegría en las comunidades cristianas esparcidas por el mundo”.

Además, el Papa Bergoglio afirmó que “la Puerta de la Misericordia, abierta en todas las catedrales y en los santuarios, ha permitido que los fieles no encontraran ningún obstáculo para experimentar el amor de Dios. Ha sucedido algo verdaderamente extraordinario que ahora requiere que se inserte en la vida de cada día para hacer que la Misericordia se vuelva un compromiso y un estilo de vida permanente para los creyentes”.

Nombrando a las diversas autoridades, civiles y religiosas, el Obispo de Roma añadió que todos ellos, de diversas maneras, hicieron posible que este evento de gracia se celebrara de modo seguro, con gran afluencia de peregrinos, haciendo aflorar el profundo valor espiritual que representa el Jubileo.

Por último, el pensamiento del Pontífice, en su agradecimiento profundo al Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, que ha llevado el peso de la programación y de toda la organización jubilar; fue para los numerosos voluntarios procedentes de diversos países y para cuantos han colaborado con su trabajo cotidiano, con frecuencia silenciosos y alejados de las luces, para hacer que este Jubileo Extraordinario fuera un verdadero evento de gracia.

Y antes de despedirse, el Papa concluyó con las palabras de San Agustín que reza: “Si quieres obtener misericordia, tú mismo debes ser misericordioso”, recordándoles que han realizado un verdadero servicio de misericordia a los millones de peregrinos que han venido a Roma, con su deseo de que esta fatiga sea recompensada por la experiencia de misericordia que el Señor no les hará faltar.
AgenciaSIC
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