Hablar con el páter Ángel Briz es como hacerlo con un amigo de toda la vida. Y no solo porque seamos casi de la misma quinta, sino porque su campechanía es apabullante: lo mismo te dice que habla inglés como el príncipe gitano que te pide: «Pon ahí que si Cristo en el sagrario no es el centro de nuestra vida, apaga y vámonos».
Natural de San Martín de la Vega (Madrid), a sus 36 años y cuatro de sacerdocio es capellán de la brigada de Caballería Castillejos II, de Zaragoza, que comparte destino con el regimiento valenciano Lusitania VIII en Besmayah, Irak. Aunque él lo llame Tedesmayas por el calor que pasan. Allí, el Ejército español entrena a soldados iraquíes «para combatir contra el dragón de Daesh, que es una cosa diabólica», mientras su capellán dice que «estar aquí con mi gente, y dar la vida por ellos, es la mayor gracia que Dios me ha concedido»
¿Qué hace un cura español en Irak? ¿Cómo es tu día a día?

Después estar con el Señor me doy una vuelta por la base para hablar con los médicos, los de la central del agua, los de la unidad de protección… Estos días estamos sufriendo más porque la brigada Lusitania ha perdido un compañero en un accidente, Aarón Vidal, que era muy buen muchacho, así que me preocupo más por ver cómo están los ánimos. Después celebro la Eucaristía dos veces, porque hay gente de Misa diaria y gente que se ha encontrado aquí con Dios, que se ha confesado por primera vez en años, y como no todos pueden ir a la misma hora, puse dos turnos para que nadie se quede con hambre de Dios. Luego confesiones, catequesis, adoración…

¿Misa diaria? ¿Quién se encuentra con Cristo en un contexto de guerra?

El que descubre al Dios que es amor. En la trinchera todos creen en Dios porque aquí te preguntas cosas que en tu casa no te preguntas. A veces los militares dan por hecho lo que significa el sacrificio, pero la muerte te tambalea los esquemas. Cuando ves las dificultades y estás lejos de tu familia, surge la pregunta de Dios. Y ahí es donde yo les hablo de Él.

¿Cómo se habla de Dios a quien tiene que matar para que no le maten?

Les explico que en el No matarás va implícita la legítima defensa. No es como cuando hablamos de la muerte del feto en el aborto o de la eutanasia: tú tienes la obligación moral de defender tu vida de quien quiere matarte. Además, cuando defiendes a la patria, estás cumpliendo el mandamiento de honrar a tu padre y a tu madre. Les insisto en que lo importante es no abusar jamás y ser justos.

¿Y cómo se habla del perdón al enemigo?

Cuando vemos lo que pasa con el Estado Islámico cuesta mucho, porque lo que hacen no se puede razonar. Lo primero es no meter en el mismo saco a todos los musulmanes. Y lo segundo, renunciar al odio. Un día pregunté a los soldados cuál es el amor más grande, y me dijeron: «Amar al enemigo, ¿no?». Y les respondí que no, que «no hay amor más grande que dar la vida por los amigos». Si amamos al enemigo es para que se vuelva amigo. Buscamos que se convierta y viva.

¿Y eso con el ISIS se puede hacer?

Es muy difícil porque no se puede entablar diálogo. Sin embargo, si se vive el perdón al enemigo, no se odia. Es algo que nos han demostrado nuestros militares y guardias civiles cuando los asesinaba ETA.

Las madres cuidan de sus hijos cuando están en peligro. ¿La presencia de la Virgen se nota especialmente?

¡Y tanto! Aquí todo el mundo lleva pistola, menos el cura (¡gracias a Dios!). Cuando alguna vez me han dicho: «Páter, ¿cómo se va a defender si vienen los malos?». Entonces digo: «Si vienen los de Daesh, saco la ametralladora». Y saco el rosario. Nosotros tenemos las armas de la fe. Todos los soldados llevan la medida de la Virgen del Pilar o una estampa de la Virgen de los Desamparados, y lo que más importa es que el centro de todo sea estar con el Señor en la Eucaristía.

En Bagdad, a 60 kilómetros de Besmayah, hay atentados frecuentes. ¿Tiene miedo de morir?

Aquí sabemos que un accidente o un atentado nos puede matar. Pero yo dije sí a Dios; me consagré a él, y mi vida es suya. Punto. Y como creo en la resurrección de la carne y en la vida eterna, sé que la muerte no es el final. Si el cura tiene miedo a la muerte, apaga la luz y vámonos.
José Antonio Méndez
Artículo originalmente publicado por Alfa y Omega
Aleteia
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